LA MUJER EN LA SOCIEDAD ACTUAL
Queriendo participar con todas las personas que apoyan la
necesidad de una reflexión más amplia hacia la importancia de la mujer en la marcha
correcta de toda sociedad, he dado forma escrita a unas pocas ideas sobre este
importante tema que a todos nos concierne especialmente…
Ciertamente, y sin lugar a dudas, el machismo es una de
las tantas formas rígidas del pensar que están íntimamente asociadas a la
intolerancia.
Sucede del mismo modo en cuanto al feminismo, por cierto,
no menos despreciable que el machismo.
En verdad, casi todo aquello que pretende ser absoluto, o
dijéramos, inquebrantable en su dogmatismo, suele tener grietas muy profundas
que pueden y hasta deben ser analizadas con el fin de desmontar una falsa
manera de pensar sobre la vida y sobre quienes la constituimos:
Los seres humanos, tanto mujeres como hombres, por bien
de todos, debemos luchar para que esas formas de pensar no deformen aún más la
realidad objetiva de la existencia humana, ya de por sí muy deformada.
¿Quién puede dictaminar qué actitud es machista y qué
actitud no lo es? ¿Qué es feminismo y qué no lo es? ¡Francamente nadie!
Por el sencillo hecho de que cada cual tiene su forma
particular de pensar, lo que es de agradecer.
No es posible conciliar a miles de millones de personas
en cuanto a los conceptos de lo que está bien y lo que está mal.
En el fondo, fino lector, el bien y el mal no existen,
porque sabido es que cada quien utiliza estos términos según sus intereses del
momento, por lo que podemos decir: “bueno es aquello que me conviene, malo
aquello que no me conviene”.
El ser humano se equivoca, pero…, amigos, la naturaleza jamás
se equivoca, científicos, filósofos, psicólogos, médicos, etc., han hecho una
especie de carrera frenética de competición contra la madre naturaleza, y el resultado
es, como todos lo sabemos, desastroso, porque hemos roto miles de ecosistemas;
hemos acabado con cientos de miles de especies de plantas y animales que, a su
vez, desequilibran toda la cadena de alimentación mutua o depredación, base
fundamental de la vida sobre la Tierra.
La atmósfera, los mares, todo está en peligro por
pretender competir con esa inteligencia superior que es: la naturaleza.
Nos quejamos porque no hay agua. ¡Somos los culpables de
que así sea! Nos quejamos de la poca fuerza vital que poseen las tierras de
cultivo. ¡Las hemos quemado con tanta inmundicia química!
En cuanto al mundo psicológico, el ser humano hemos hecho
otro tanto con nuestra supuesta “sapiencia”, que bien merece la pena ser
analizada... ¿Con tanta y tanta ciencia, no estaremos desaprendiendo lo que es
lícito a la vida en lugar de aprender a vivir de verdad?... ¿No nos estaremos
alejando de la meta misma que pretendemos todos alcanzar y que llamamos
bienestar?... ¡Reflexionemos!
La psiquis ha sido utilizada en aras del progreso
material, y desgraciadamente, la carne de cañón, en esta carrera hacia la
estupidez, es la humanidad, y en especial: LA MUJER.
Se utiliza a la Mujer para todo tipo de anuncios groseros
y superficiales que sólo intentan vender sus productos a base de mostrar a la
Mujer de forma torpe y menospreciándole.
Destruyendo su imagen e implantando una especie de “Mujer
fatal”.
Sí, fatalmente falsa, porque no existe tal.
Se destruye, desgraciadamente, con esa imagen irreal que
se pretende encajar a la Mujer, su extraordinaria inteligencia; su intuición
natural; su suavidad; su ternura; su forma delicada de ser; su concepción
particular de la organización; su fuerza de voluntad; su tesón, que suele ser
más sólido que el del hombre; su sobriedad, etc., etc., etc.
¿Qué ha sucedido?... Obviamente, nuestra cultura no nos
enseña a respetar a la Mujer.
Me refiero al respeto real, no al impuesto, sino al que
se basa en la comprensión de por qué hay que respetar tal o cual cosa.
Todos los medios de comunicación han prostituido la
imagen de la Mujer.
Basta mirar unos cuantos anuncios en la televisión para
comprobar que esto es así.
Si los estudiosos del marketing de propaganda supieran lo
que están haciendo, el daño que están causando a la sociedad con toda esa
maquiavélica forma de mostrar lo que supuestamente es la vida, que desde luego,
no es “una propaganda”, posiblemente se dedicarían a otra cosa mejor, e incluso
se harían Defensores de la Mujer.
Uno de los más graves problemas que tenemos que poner
sobre la mesa, cuando se habla de la Mujer en la actualidad, es que el mundo de
hoy está fundamentado en el dinero, la posición social, el “tanto tengo”, el
buen prestigio de papá, y todas esas superficialidades y trivialidades que
jamás son profundas y que nunca llenan el corazón de ningún ser humano.
Toda esa falsa cultura de la competencia a cualquier
precio, del “niño bien” y la “niña guapa”, etc., nos ha llevado, lentamente, a
perder de vista los valores realmente importantísimos, que son: la dulzura, la
ternura y la propia feminidad.
Nos quieren hacer creer que el humano vale según lo que
tiene, como dicen ciertos sectores consumistas: “Dime cuanto tienes y te diré
cuanto vales”.
Una forma de pensar así, no es que sea estúpida, mucho
peor, es que es destructiva y degradante, involucionante, retardataria,
regresiva…
¿Qué hombre no aprecia la dulzura, la ternura y la
feminidad en la mujer?
A mi juicio, un Hombre que desprecie estas virtudes
intrínsecas en la naturaleza de la Mujer, virtudes que nacen con ella, que no
son superficiales ni añadidos culturales frutos de algún interés escondido,
sino pura naturaleza virgen, no son tal cual, sino enfermos psíquicos que
necesitan tratamiento psicológico.
Y no lo digo como un insulto, sino que realmente así lo
creo, con todos mis respetos a las distintas formas de sentir y pensar.
Estoy anteponiendo la Sabiduría Absoluta de la Naturaleza
a los conocimientos limitadísimos que tiene el ser humano, y eso es todo.
Los valores de la dulzura, son más importantes, valen más
que cualquier forma de vestir, que cualquier moda, que todos los libros de
ética que se puedan haber escrito a lo largo de los milenios.
El Valor extraordinario de la ternura no es equiparable a
ninguna suma de dinero, a ninguna posición social o de apariencias, a ningún
abolengo finísimo, a nada.
Y la feminidad no puede ser suplantada por la Mujer
máquina, por la Mujer de plástico que quieren vendernos las transnacionales.
Ni puede ser remplazada por un cursillo de estética
femenina, para aprender a caminar como modelo de modas, ni por ninguna otra
cosa.
Esa ingenuidad maravillosa, encantadora que tiene la
Mujer desde siempre, es lo más bello que existe sobre la faz de la Tierra.
Es arte viviente que respira a pureza, a montañas, a
valles, a frutas silvestres, a rosas.
Armonía singular incomparable que nace de la propia vida,
en sí misma.
Cuando la Mujer guarda su natural prestancia, parece que
un hálito de encanto valla recorriendo, transparente, los caminos que ella
recorre.
Y no estoy escribiendo una poesía, sólo estoy hablando de
la Mujer como es lícito hacerlo…
La imagen de la Mujer que ha creado la sociedad actual,
con esa cultura estúpida del consumo, resulta ser un problema grave, porque ha
hecho desaparecer la mujer verdadera.
Es decir, la ha transformado ante la imagen pública, que
como siempre, acepta todo lo que los medios de comunicación les venden.
¡Somos bastante negligentes en todo esto!
Reconoce esta realidad amigo lector, se sincero contigo
mismo y lo podrás ser con los demás.
Estamos confundidos por toda esa forma postiza de pensar
que tiene el mundo de la moda, que quiere convertir a la Mujer en un adorno por
fuera y en un objeto por dentro.
Porque las modas ya no existen para vestir, sino para
desnudar.
Ojalá no se comprenda esto como una especie de sucedáneo
de moral o algo así, por el estilo.
Es que, la única referencia autentica que tiene el ser
humano hoy en día, para basar su ética en algo sólido, sin acudir a las falsas
morales religiosas, que son peores que nada, es: la ética de la madre
naturaleza.
Si en la naturaleza no encontramos las respuestas a la
vida, no las encontraremos en ninguna otra parte.
Muchas gentes ríen de las muchachas sencillas que con sus
manos callosas trabajan la tierra húmeda, escarbándola para arrancarle sus
frutos con noble esfuerzo.
Muchas “mujeres” de esas que se sienten muy finas, miran
con desprecio a las campesinas; pero es bien cierto que ahí se encuentra mejor
reflejada la mujer autentica que en las grandes ciudades, en donde la tienen
fanatizada con tantos perfumes a precio de oro, con tantas faldas de relumbrón,
con tantos zapatos atrayentes y toda esa artimaña frívola.
Es lógico, normal, que una mujer quiera ser guapa, y que
se procure lo necesario para estarlo, pero otra cosa muy distinta es que caiga
en las redes de los comerciantes que hacen de ella un caldo de cultivo para
promocionar a la mujer de plástico, a la mujer “Barby”, y que por eso se
convierta en una persona intratable, insoportable y terriblemente superficial.
No se puede negar que la Mujer es el ser más hermoso que
existe sobre la tierra, es lo más adorable que hay, sobre todo cuando se
complementa con esa Santa Predestinación que es la de ser Madre.
Debemos aprender a amar a la Mujer tal cual la naturaleza
la ha traído al mundo, sin tantos artilugios de mal gusto, sin tantos
“americanismos degenerados”, en donde el hombre más inteligente es el que más
chicas ha dejado llorando y con un niño en gestación; niño sin padre, niño
inválido, y olvidado por la maldad del egoísmo inconsciente.
“Menudo hombre es ese que tan macho se cree, y que en el
fondo no es más que un inconsciente empedernido”.
En el principio de los tiempos, la Mujer era adorada de
forma muy especial.
Se le consideraba parte integrante y descendiente del
eterno femenino, es decir, de ese concepto ancestral, arraigado tanto en la
cultura maya como en la azteca, tibetana, cristiana, druida, persa, escandinava,
egipcia, etc., de que la Mujer es la viva representación física de DIOS MADRE
como NATURALEZA.
Es más, existieron miles de templos destinados a la
adoración y estudio de la Mujer como representación objetiva de la Naturaleza.
Si nuestros conceptos sobre LA MUJER fueran tan elevados
como los que tenían aquellos pueblos antiguos (equivocadamente llamados
salvajes), antes de que llegase a desarrollarse el asqueante machismo y el
denso materialismo consumista, hoy todo sería muy distinto para la Mujer.
Sociólogos y psicólogos muy inteligentes como S. Freud y
su discípulo C.G. Jung, defendieron la idea de que “la mujer es, ni más ni
menos, que el eje central de la vida familiar, el núcleo o sol alrededor del
cual gira toda la sociedad, como si de pequeños planetas de un sistema solar se
tratase, llamado familia”.
Sin la MUJER como centro de unión entre los seres
humanos, toda la humanidad entera sería un caos.
Realmente, ha llegado la hora de un cambio radical en
nuestra concepción de lo que es la Mujer.
Tenemos que respetarla como lo que es, como tal.
Pero, eso sí, es necesario que la Mujer se respete a sí
misma, porque si ella, que es el centro del mundo social, no se respeta a sí
misma, el destino que le aguarda es el menosprecio, y a la humanidad, a la que
poco le importa regirse por formas antinaturales de existencia, le esperaría el
fracaso total.
O sea que: la mujer puede hacer triunfar o fracasar una
sociedad entera.
Enviado por José
Isabel Mauricio Vargas Instructor de Rincón de Romos, Ags.