LA
CONQUISTA DEL VACIO ILUMINADOR
¡Paz
Inverencial! Habla para vosotros, Samael Aun Weor. Sede Patriarcal de México.
Nuestro tema: la meditación.
Es urgente comprender a fondo las
técnicas de la meditación...
Hoy platicaremos sobre el vacío
iluminador.
Al iniciar este tema, me veo obligado
a narrar por mí mismo y en forma directa, lo que sobre el particular he podido
verificar directamente.
Creo que los que escuchen este
cassette estén informados sobre la maravillosa ley de la reencarnación, pues en
ella fundamento el siguiente relato...
Cuando la segunda subraza de nuestra
actual gran raza aria floreció en la china antigua, yo estuve reencarnado allí.
Entonces me llamé Chou-Li; obviamente,
fui miembro de la dinastía chou.
En aquella existencia me hice miembro
activo de la orden del dragón amarillo, y es claro que en tal orden pude
aprender, claramente, la ciencia de la meditación.
Todavía viene a mi memoria aquel
instrumento maravilloso, denominado “aya-atapan”, que tenía 49 notas.
Bien sabemos lo que es la sagrada ley
del eterno heptaparaparshinock, o sea, la ley del siete.
Indubitablemente, siete son las notas
de la escala musical, mas si multiplicamos el 7 por 7, obtendremos 49 notas,
colocadas en siete octavas.
Los hermanos nos reuníamos en la sala
de meditación, nos sentábamos al estilo oriental (con las piernas cruzadas),
poníamos las palmas de las manos en forma tal, que la derecha quedaba sobre la
izquierda; nos sentábamos en círculo en el centro de la sala; cerrábamos
nuestros ojos, y enseguida, poníamos mucha atención a la música que cierto
hermano brindaba al cosmos y a nosotros.
Cuando el artista hacía vibrar la
primera nota, que estaba en do, todos nos concentrábamos.
Cuando hacía vibrar la siguiente nota,
en re, la concentración se hacía más profunda: luchábamos con los diversos
elementos subjetivos que en nuestro interior cargamos; queríamos recriminarlos,
hacerles ver la necesidad de guardar un silencio absoluto.
No está de más recordarles a ustedes,
queridos hermanos, que esos elementos indeseables, constituyen el ego, el yo,
el mí mismo, el sí mismo; son a modo de entidades diversas, personificando
errores.
Cuando vibraba la nota mi,
penetrábamos en la tercera zona del subconsciente y nos enfrentábamos a la
multiplicidad, pues, de esos diversos agregados psíquicos que, en desorden,
bullen dentro de nuestro interior, y que impiden la quietud y el silencio de la
mente.
Los recriminábamos, tratábamos de
comprenderlos.
Cuando lo conseguíamos, penetrábamos
aún más hondo, en la nota fa.
Es obvio que nuevas luchas nos
esperaban con tal nota, pues amordazar a todos esos demonios del deseo que uno
lleva dentro, no es tan fácil; obligarles a guardar silencio y quietud, no es
cosa sencilla, pero con paciencia lo lográbamos; y así proseguíamos con cada
una de las notas de la escala musical.
En una octava más elevada proseguíamos
con el mismo esfuerzo, y así, poco a poco, enfrentándonos a los diversos
elementos inhumanos que en nuestro interior cargábamos, lográbamos por fin
amordazarlos a todos en los 49 niveles del subconsciente.
Entonces la mente quedaba quieta y en
el más profundo silencio; ese era el instante en que la esencia, el alma (lo
más puro que dentro tenemos), se escapaba para experimentar lo real.
Así penetrábamos en el vacío
iluminador, así el vacío iluminador hacía irrupción en nosotros, y moviéndonos
en el vacío iluminador, lográbamos conocer las leyes de la naturaleza en sí
mismas, tal cual son y no como aparentemente son.
En este mundo tridimensional de
Euclides sólo se conocen causas y efectos mecánicos, mas no las leyes naturales
en sí mismas.
Mas en el vacío iluminador, ellas son,
ante nosotros, como realmente son.
Podíamos percibir en ese estado, con
la esencia, con los sentidos superlativos del ser, las “cosas en sí”, tal cual
son.
En el mundo de los fenómenos físicos,
solamente percibimos, en realidad, la apariencia de las cosas: ángulos,
superficies, nunca un cuerpo entero en forma integral; y lo poco que
percibimos, es fugaz.
Porque nadie podría percibir qué cantidad
de átomos, por ejemplo, tiene una mesa o una silla, etc.; empero, en el vacío
iluminador, percibimos las “cosas en sí”, tal cual son, integralmente...
Mientras nos hallábamos así,
sumergidos dentro del gran vacío iluminador, podíamos escuchar la voz del Padre
que está en secreto.
Indubitablemente, en ese estado nos
hallábamos en lo que se podría denominar “arrobamiento” o “éxtasis”.
La Personalidad quedaba en estado
pasivo, sentada allá, en la sala de la meditación; los centros emocional y
motor se integraban con el centro intelectual, formando un todo único,
receptivo; de manera que las ondas de todo aquello que vivenciábamos en el
vacío, circulando por el cordón de plata eran recibidas por los tres centros:
intelectual, emocional, motor.
Repito: Cuando el Samadhi concluía,
regresábamos al interior del cuerpo, conservando el recuerdo de todo aquello
que habíamos visto y oído.
Sin embargo, he de decirles que lo
primero que hay que dejar, para poder sumergirse uno por largo tiempo en el
vacío iluminador, es el miedo.
El yo del temor debe ser comprendido;
ya sabemos que su desintegración se hace posible suplicando a la Divina Madre
Kundalini en forma vehemente; ella eliminará tal yo.
Un día cualquiera, no importa cual,
hallándome en el vacío iluminador, más allá de la personalidad, del yo, de la
individualidad, sumergido en eso que podríamos decir el “logos”, “aquello”,
sentí que era todo lo que es, ha sido y será; experimenté la unidad de la vida,
libre en su movimiento.
Entonces era la flor, era el río, que
cristalino corre entre su lecho de rocas, cantando con su lenguaje delicioso;
era el ave que se precipita en los fondos insondables; era el pez que navega
deliciosamente entre las aguas; era la luna, era los mundos, era todo lo que
es, ha sido y será...
El sentimiento del mí mismo, del yo,
hubo de temer, sí; sentí que me aniquilaba, que dejaba de existir como
individuo, que era todo menos un individuo, que el mí mismo tendía a morir para
siempre.
Obviamente, me llené de indecible
terror y volví a la forma.
Nuevos esfuerzos me permitieron,
entonces, la irrupción del vacío iluminador, otra vez, y volví a sentirme
confundido con todo, siendo todo.
Como persona, como yo, como individuo,
había dejado de existir.
Éste estado de conciencia se hacía
cada vez más y más profundo, en tal forma que cualquier posibilidad para la
existencia se paraba (para la existencia individual), tendía definitivamente a
desaparecer.
No pude resistir más: volví a la
forma.
Un tercer intento, tampoco lo pude
resistir: volví a la forma.
Desde entonces sé que para
experimentar el vacío iluminador, que para sentir el Tao en sí mismo, se
necesita eliminar el yo del terror; eso es indubitable...
Entre los hermanos de la orden sagrada
del dragón amarillo, el que más se distinguió fue mi amigo Chang.
Hoy vive él en uno de esos planetas
del Cristo, donde la Naturaleza no es perecedera y jamás cambia; pues hay dos
Naturalezas: La perecedera, cambiante, mutable, y la imperecedera, que jamás
cambia, y es inmutable.
En los Planetas del Cristo existe la
Naturaleza eterna, e imperecedera, e inmutable...
Y vive en uno de esos Mundos del
Señor, el Cristo resplandece en él.
Se liberó hace varias edades...
Mi amigo Chang vive allí, en aquel
lejano planeta, con un grupo de hermanos que con él también se liberaron...
Conocí, entonces, los siete secretos
de la “Orden del Dragón Amarillo”.
Quisiera enseñarlos, pero con gran
dolor me doy cuenta que los hermanos de todas las latitudes, no están todavía
preparados para poderlos recibir y esto es lamentable.
También sé que, hoy por hoy, no es
posible utilizar los 49 sonidos del aya-atapan, porque ese instrumento musical
ya no existe.
Muchas involuciones de ese instrumento
existen, pero son diferentes, no tienen las siete octavas.
Involuciones de ese instrumento son
todos los instrumentos de cuerda: Violín, guitarra, también el piano, etc.
Mas sí es posible llegar a la
experiencia del vacío iluminador con un sistema práctico y sencillo, que todos
los hermanos pueden practicar...
Voy a dictarles ahora mismo la
técnica; pongan atención...
Siéntense, al estilo oriental: con las
piernas cruzadas; así...
Debido a que sois occidentales, esta
posición resulta para vosotros muy cansona.
Entonces, sentaos cómodamente, en un
cómodo sillón, al estilo occidental.
Colocad la palma de la mano izquierda
abierta, la derecha sobre la izquierda; quiero decir: el dorso de la palma de
la mano derecha, sobre la palma de la mano izquierda.
Relajad el cuerpo, lo más posible, y
luego inhalad profundamente, muy despacio.
Al inhalar, imaginad que la energía
creadora sube por los canales espermáticos hasta el cerebro.
Exhalad, corto y rápido.
Al inhalar, pronunciar el mantram
“JAAAAAAAMMMMMMM”; al exhalar, pronunciad el mantram “SAAJJ”.
Indubitablemente, se inhala por la
nariz, se exhala por la boca.
Al inhalar, habrá de mantralizarse la
sílaba sagrada HAM (mentalmente, pues se está inhalando por la nariz); más al
exhalar, se podrá articular la sílaba SAH en forma sonora.
HAM se escribe con las letras “H”, “A”,
“M”; SAH se escribe con las letras “S”, “A”, “H”. La “H” suena siempre como
“J”.
La inhalación se hace lenta; la
exhalación, corta y rápida.
¿Motivos? Obviamente la Energía
Creadora fluye, en todo sujeto, desde adentro hacia afuera, es decir, de manera
centrífuga; más nosotros debemos invertir ese orden con fines de Superación
Espiritual.
Debe, nuestra energía, fluir en forma
centrípeta (quiero decir, de afuera hacia adentro).
Indubitablemente, si inhalamos
despacio y lento, fluirá la energía creadora en forma centrípeta, de afuera
hacia adentro.
Y si exhalamos corto y rápido,
entonces se hará cada vez más centrípeta esa energía.
Durante la práctica, no se debe pensar
absolutamente en nada; los ojos deben estar cerrados profundamente; sólo
vibrará, en nuestra Mente, el ham-sah, y nada más.
A medida que se practique, la
inhalación se va haciendo más honda y la exhalación muy corta y rápida.
Los grandes Maestros de la meditación,
llegan a volver la respiración, pura inhalación; y entonces, aquella queda en
suspenso.
¡Imposible esto, para los científicos,
pero real para los Místicos!
Y en tal estado, el Maestro participa
del nirivi-kalpa-samadhi, o del maha-samadhi; viene la irrupción del vacío
iluminador, se precipita en ese gran vacío, donde nadie vive y donde solamente
se escucha la palabra del Padre que está en secreto.
Con esta práctica se consigue la
irrupción del vacío iluminador, a condición de no pensar absolutamente en nada:
No admitir en la mente ningún pensamiento, ningún deseo, ningún recuerdo.
La mente debe quedar completamente
quieta, por dentro, por fuera y en el centro; cualquier pensamiento, por
insignificante que sea, es óbice para el samadhi, para el éxtasis.
Asimismo, esta ciencia de la
meditación combinada con la respiración, produce efectos extraordinarios.
Normalmente, las gentes padecen de eso
que se llama poluciones nocturnas; hombres y mujeres sufren de tal
padecimiento; tienen sueños eróticos.
Sí, los yoes copulan unos con otros,
la vibración pasa por el cordón plateado hasta el cuerpo físico y deviene el
orgasmo, con pérdida de energía creadora.
Más esto sucede porque la energía
sexual fluye en forma centrífuga, desde adentro hacia afuera.
Cuando la energía sexual fluya desde
afuera hacia adentro, de manera centrípeta, las poluciones sexuales terminarán.
Ese es un beneficio, pues, para la
salud...
Ahora bien, el samadhi se produce
(durante esta práctica de la meditación) debido a que las energías creadoras,
fluyendo desde afuera hacia adentro, impregnan a la conciencia y terminan por
hacerla abandonar al ego y al cuerpo.
La conciencia, desembotellada de entre
el ego, en ausencia del ego y fuera del cuerpo físico, indubitablemente penetra
en el vacío iluminador, recibe el Tao.
Si uno elimina el ego del miedo, del
temor, podrá permanecer en el vacío iluminador sin preocupación alguna; sentirá
que su aspecto individual se va disolviendo, se sentirá vivir en la piedra y en
la flor, en la estrella lejana y en el ave cantora de cualquier mundo o
planeta, mas no temerá; y si no teme, al fin gravitará hacia su origen,
convertida (la conciencia, la esencia) en una criatura terriblemente divina,
más allá del bien y del mal.
Podrá posarse en el sagrado sol
absoluto, y allí, en ese sol, como estrella microcósmica, conocerá todos los
misterios del universo.
Porque es bueno saber, que el universo
en sí mismo, todo nuestro sistema solar, existe en la inteligencia del sagrado
sol absoluto, como un instante eterno.
Todos los fenómenos de la Naturaleza
se procesan, dentro de un instante eterno, en la inteligencia del sagrado sol
absoluto; mas si teme, perderá el éxtasis y volverá a la forma densa.
Aquellos hermanos que escuchen este
cassette, deben abandonar el temor...
A la vuelta del cassette continuaré
con estas explicaciones. Punto y aparte...
Bien, de esta parte del cassette está
la otra explicación, o explicaciones subsiguientes.
Indubitablemente, no basta decir:
“¡dejaré de temer!” hay necesidad de eliminar el yo del temor, y éste se
disuelve, estrictamente, con el poder de la Divina Madre Kundalini Shakti.
Primero hay que analizarlo,
comprenderlo, y posteriormente invocar a Devi Kundalini (nuestra Divina Madre
Cósmica particular), para que ella desintegre el yo del temor.
Sólo así puede uno sumergirse en el
Vacío Iluminador en forma absoluta.
Quien lo haga, gravitará hacia el
Sagrado Sol Absoluto; allí conocerá las maravillas del Universo.
Nuestros hermanos deben, pues,
practicar la Técnica de la Meditación, tal como la hemos dado.
¡No olvidar que el cuerpo hay que
relajarlo!, eso es indispensable.
ham-sah, es también un man-tram que
transmuta las energías creadoras.
La meditación combinada con el
tantrismo, es formidable, ham-sah es la clave.
bien sabemos que la energía creadora
sirve para el despertar de la conciencia (combinada con la meditación).
Incuestionablemente, saca a la
conciencia de entre el elemento ego y se la absorbe en el vacío iluminador.
Obviamente que el vacío iluminador
está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente.
En una sala de meditación zen, en el
oriente, un monje le preguntó a un maestro:
– ¿Cuál es el vacío iluminador?
Dicen los textos Zen que el Maestro le
dio una patada al discípulo en el estómago y que éste cayó “privado”.
Después, el discípulo se levantó y
abrazó al Maestro.
– ¡Gracias, Maestro, he experimentado
el Vacío Iluminador!...
¡Absurdo!, dirían muchos.
Pues no es así.
Lo que sucede es que se presentan
fenómenos muy especiales para el vacío iluminador.
Un polluelo, cuando está listo para
salir del cascarón, su madre le ayuda.
Y le ayuda o le auxilia, picando ella,
por sí misma, la cáscara, y el polluelo sigue picando con esta ayuda, y sale.
Así, cuando alguien ha madurado, recibe
la ayuda de la Divina Madre Kundalini y sale de entre el “cascarón” de la
personalidad y del ego, para experimentar el vacío iluminador; pero hay que
perseverar...
En la meditación se debe combinar,
inteligentemente, la concentración con el sueño.
Sueño y concentración, mezclados,
producen iluminación.
Muchos esoteristas piensan que la
meditación en modo alguno se debe combinar con el sueño del cuerpo, más quienes
así piensan, se equivocan, porque la meditación sin sueño, arruina el cerebro.
Se debe siempre utilizar el sueño, en
combinación con la técnica de la meditación, pero un sueño controlado, un sueño
voluntario; no un sueño sin control, no un sueño absurdo; meditación y sueño
combinados inteligentemente.
Debemos “montar” sobre el sueño, y no
que el sueño “monte” sobre nosotros.
Si aprendemos a “montar” sobre el
sueño, habremos triunfado; si el sueño “monta” sobre nosotros, habremos
fracasado. ¡Pero, usar el sueño!
La meditación, repito, combinada con
el sueño y la técnica, llevará a nuestros estudiantes al Samadhi, a la
experiencia del vacío iluminador.
Diariamente hay que practicar. ¿A qué
hora?
En el instante en que nos sintamos con
el ánimo de hacerlo.
Muy especialmente cuando nos sintamos
con sueño; aprovecharlo para la meditación.
Si los discípulos siguen estas
indicaciones, podrán un día recibir el Tao, podrán experimentar la verdad.
Obviamente, hay dos tipos de
Dialéctica: la dialéctica racional, del intelecto, y la dialéctica de la
conciencia.
Durante el satori trabaja la dialéctica
de la conciencia; entonces todo lo entendemos por intuiciones, o a través de
palabras, o de figuras simbólicas.
Es el lenguaje de las parábolas del
Evangelio Crístico, el lenguaje vivo de la conciencia superlativa del ser.
En el Zen, por ejemplo, la dialéctica
de la conciencia se adelanta siempre a la dialéctica del raciocinio.
A un monje Zen se le preguntó:
¿Por qué Bodhidharma vino del Oeste?
Respuesta:
El ciprés está en el centro del
jardín...
Cualquiera diría: “esto no guarda
concordancia alguna”; más sí que la guarda.
Es una respuesta que se adelanta a la
dialéctica de la razón, sale de la esencia.
El ciprés, el “árbol de la vida”, está
en todas partes: no importa el oriente ni el occidente.
Ése es el sentido de la respuesta...
En el vacío iluminador todo se sabe
“porque sí”, por experiencia directa de la verdad.
El estudiante tendrá que
familiarizarse con la dialéctica de la conciencia.
Desgraciadamente, el poder formulativo
de conceptos lógicos, por muy brillante que sea, y hasta útil en todos los
aspectos de la vida práctica, resulta óbice para la dialéctica de la
conciencia.
No quiero con esto descartar el poder
formulativo de conceptos lógicos, pues todos los necesitamos en el terreno de
los hechos prácticos de la existencia, pero cada facultad, incuestionablemente,
tiene su órbita particular y es útil dentro de su órbita; fuera de su órbita,
resulta inútil y perjudicial.
Dejemos el poder formulativo de
conceptos dentro de su órbita.
Y dentro del samadhi, o para el
samadhi, o en la meditación, debemos siempre aprehender, capturar, vivenciar la
dialéctica de la conciencia.
Eso es cuestión de experiencia, que el
discípulo irá haciendo a medida que practique con la técnica de la meditación.
El camino de la meditación profunda,
implica mucha paciencia; los impacientes jamás lograrán triunfar.
No es posible vivenciar la experiencia
del vacío iluminador, en tanto exista en nosotros la impaciencia.
El yo de la impaciencia tiene que ser
eliminado, después de haber sido comprendido. ¡Qué se entienda esto con
claridad!
Si así se actúa, se recibirá el Tao;
eso es obvio.
Jamás podría venir a nosotros la
experiencia de lo real, en tanto la conciencia continúe embutida dentro del
ego.
El ego, en sí mismo, es “tiempo”; toda
esa multiplicidad de elementos fantasmales que constituyen el mí mismo, son un
compendio del tiempo.
La experiencia del vacío iluminador es
la antítesis: resulta atemporal, está más allá del tiempo y de la mente.
El tiempo es toda la multiplicidad del
yo; el yo es el tiempo.
Así, pues, el tiempo es subjetivo,
incoherente, torpe, pesado; no tiene realidad objetiva.
Cuando uno se sienta en una sala de
meditación, o sencillamente en su casa, a meditar, cuando quiere practicar con
esta técnica, debe olvidar el concepto “tiempo” y vivir dentro de un instante
eterno.
Quienes se dedican a meditar y están
pendientes del reloj, obviamente no logran la experiencia del vacío iluminador.
Si se me preguntara cuántos minutos
diarios debemos utilizar para la meditación: o si media hora, o una hora, o
dos... ¡No daría respuesta!
Porque si alguien entra en meditación
y está pendiente del tiempo, no puede experimentar el vacío iluminador, porque
éste no es del tiempo.
Esto sería algo similar a un ave que
intentara volar, pero estuviera amarrada por una pata a una piedra, o a un
palo: No podría volar, habría una traba.
Para experimentar el vacío iluminador,
tenemos que libertarnos de toda traba.
Lo importante, ciertamente, es
experimentar la verdad.
La Verdad está en el vacío iluminador.
Cuando a Jesús, el Gran Kabir, le
dijeron: “¿Cuál es la Verdad?”, el Maestro guardó profundo silencio; y cuando a
Gautama Sakyamuni le hicieron la misma pregunta, dio la espalda y se retiró.
No puede ser descrita la verdad, no
puede ser explicada; cada cual tiene que experimentarla por sí mismo, a través
de la técnica de la meditación.
En el vacío iluminador experimentamos
la verdad; ése es un elemento que nos transforma radicalmente.
Hay que perseverar, hay que ser
tenaces.
Puede que en principio no logremos
nada, pero a medida que vaya pasando el tiempo sentiremos que nos vamos
haciendo cada vez más profundos, y al fin, un día cualquiera, irrumpirá en
nuestra mente la experiencia del vacío iluminador.
Incuestionablemente, el vacío
iluminador, en sí mismo, es el santo okidanock, el activo okidanock:
omnipresente, omnipenetrante, omnisciente, que emana, en sí mismo, del sagrado
sol absoluto.
¡Dichoso quien logre precipitarse
entre el vacío iluminador, donde no vive criatura alguna, porque es allí, precisamente,
donde experimentará lo real, la verdad!
Perseverancia, se hace indispensable.
Diariamente hay que trabajar a fondo,
hasta conseguir el triunfo total.
Resulta prodigiosa la experiencia de
la verdad a través de la meditación.
Si uno ha experimentado la verdad, se
siente con fuerza para perseverar en el trabajo sobre sí mismo.
Brillantes autores han hablado sobre
el trabajo sobre el sí mismo, sobre el yo, sobre el mí mismo.
Y es obvio que han hecho bien en haber
hablado así, mas han olvidado algo: la experiencia de la verdad.
En tanto uno no haya experimentado lo
real, no se siente reconfortado, no se siente con fuerzas suficientes como para
trabajar sobre el sí mismo, sobre el yo mismo.
Cuando uno de verdad ha pasado por tal
experiencia mística, es diferente: nada lo puede detener en su anhelo por la
liberación; trabajará incansablemente sobre sí mismo, para conseguir de verdad
un cambio radical, total y definitivo.
Ahora comprenderán ustedes, mis
queridos amigos, por qué es tan indispensable la sala de meditación.
Francamente, yo me siento bastante
triste al ver que, a pesar de haber escrito tanto sobre meditación en distintos
“mensajes de navidad” de años anteriores, todavía en los países suramericanos y
centroamericanos no existen salas de meditación, cuando ya deberían existir.
¿Qué es lo que ha pasado? ¡Existe
indolencia! ¿Por qué existe? ¡Por falta de comprensión!
Se hace indispensable entender que el
pobre “animal intelectual”, equivocadamente llamado “hombre”, necesita aliento,
necesita algo que lo anime en la lucha: estímulos para el trabajo sobre sí
mismo.
Sucede que el pobre “animal
intelectual” es débil por naturaleza y se encuentra colocado en una situación
completamente desventajosa: el ego es demasiado fuerte y la personalidad
terrible-mente débil.
Dejado así, solo, apenas sí puede
caminar.
Necesita de algo que lo anime al
trabajo, necesita de un apoyo íntimo.
Esto solamente es posible mediante la
meditación.
No quiero decir que todos, de un solo
golpe de hoz, vayan a experimentar el vacío iluminador.
Obviamente, hay que llegar a esa
experiencia a través de distintos grados.
El devoto irá sintiendo, cada vez más,
el impulso Íntimo del Ser; tendrá diversas vivencias más o menos lúcidas, y por
último, un día llegará en que tendrá la mejor de las vivencias: la experiencia
directa de la gran realidad; entonces recibirá el Tao.
Que aquellos que escuchen este
cassette, sopesen bien mis palabras, que las reflexionen.
No basta sencillamente escuchar: hay
que saber escuchar, y esto es diferente.
Pero “el que escucha la palabra y no
la hace”, dice el Apóstol Santiago en la Epístola Universal, “se parece al
hombre que se mira en el espejo y luego da la espalda y se va”...
¡Hay que hacer la palabra dentro de sí
mismos! No basta escuchar este cassette; hay que convertirlo en carne, sangre y
vida, si es que se quiere una transformación radical. ¡Hay que perseverar!
Hasta aquí mis palabras. ¡Paz
Inverencial! Samael Aun Weor.
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