COMO HACER LUZ DENTRO
DE NOSOTROS MISMOS
GNOSIS
Por: samael aun weor
LA MUERTE DEL YO
PSICOLOGICO
Moisés dijo en el
Génesis: "Hágase la luz, y la luz fue hecha". Esto no es algo que
corresponde a un pasado remotísimo, no. Este tremendo principio genesíaco del
primer instante, no cambia de tiempo jamás, es tan eterno como toda eternidad;
debemos tomarlo como una cruda realidad de instante en instante y de momento en
momento.
Recordemos nosotros a
Goethe, el gran Iniciado alemán. Antes de morir sus últimas palabras, fueron:
"luz, más luz", y murió. (entre paréntesis, Goethe está ahora
reencarnado en Holanda, tiene cuerpo físico; pero esta vez no tiene cuerpo
físico masculino, ahora tiene cuerpo físico femenino, y está casado con un
príncipe holandés. Ahora es una dama holandesa de alta alcurnia. Es muy
interesante eso, ¿verdad?).
Bueno, continuando
hacia delante con lo que hemos empezado a estudiar, que es luz, -es importante-;
que mientras uno vive en tinieblas, anhela uno la luz porque está ciego. La
persona que está metida en un socavón, entre las tinieblas, en un subterráneo,
lo que más anhela es luz.
Bueno, la Esencia es
lo más digno, lo más decente que tenemos en nuestro interior. Ella deviene
originalmente de la Vía Láctea, allí resuena la nota musical LA; pasa luego al
Sol con la nota SOL, y viene luego a este mundo físico con la nota MI. Es bella
la Esencia, es dijéramos, una fracción del principio humano Crístico de uno,
que es el Alma Humana, que normalmente mora en el Mundo Causal; por eso con
justa razón, se dice de la Esencia que es Crística, o de la Conciencia
Crística, y se dice que nuestra Conciencia en Cristo, que podrá ser salvada,
etc., etc., etc. Todo eso es cierto, todo eso es verdad; pero lo grave de
nuestra Conciencia, de nuestra Esencia, es que siendo tan preciosa, poseyendo
dones tan maravillosos, poderes naturales tan preciosos, está metida pues,
entre todos esos elementos indeseables, subjetivos, que desafortunadamente
cargamos en nuestro interior; es decir está metida, hablando en síntesis, en un
calabozo. Ella quiere la luz, ¿pero cómo? La anhelamos -no hay quien no anhele
la luz, a no ser que ya esté demasiado perdido-, pues cuando uno tiene alguna
aspiración, desea la luz. Así pues, tiene uno que hacerla.
Esto de hacer la luz
es muy grave, porque implica destruir los receptáculos o calabozos -o hablando
en síntesis-, el antro negro donde está metida, para rescatarla, liberarla,
extraerla de ahí, a fin de quedar uno como debe quedar: como una persona
iluminada, como un verdadero "vidente", como un verdadero ser
luminoso; gozar de esa plenitud que por Naturaleza nos corresponde, y a la que
tenemos verdaderamente derecho. Que lo que si sucede es que se necesita de un
heroísmo, o de una serie de actos de heroísmo tremendos para poder libertar
nuestra Alma, para poderla sacar del calabozo donde está metida, para poderla
robar a las tinieblas.
Esto que estoy
diciendo pues sería interesante que ustedes lograran comprenderlo de verdad,
conscientemente, porque podría hasta darse el caso de que escuchando, no
escucharan, o no midieran -dijéramos-, el sentido de las palabras que estoy
diciendo. Hay que saber valorar estas palabras para entender, pues, lo que
estoy afirmando.
Rescatar al Alma,
sacarla de entre las tinieblas, es hermoso, pero no es fácil; lo normal es que
permanezca prisionera. Y no podrá uno gozar de una iluminación auténtica, en
tanto la Esencia, la Conciencia, el Alma, estén allí embotelladas, esté
prisionera y eso es lo grave. Entonces se necesita forzosamente, destruir, desintegrar
heroicamente, con un heroísmo superior al de Napoleón en sus grandes batallas,
o superior al de Morelos en su lucha por la libertad, etc.; heroísmo
inigualable, para poder libertar la pobre Alma, sacarla de entre las tinieblas.
Se necesita ante todo, -como les decía en la pasada ocasión aquí a nuestro
hermano Oscar y...-, de conocer pues las técnicas, los procedimientos que
conduzcan a la destrucción de esos elementos donde el Alma está embotellada,
prisionera, para que venga la iluminación.
Ante todo hay que
empezar por comprender la necesidad de saber observar. Nosotros estamos -por
ejemplo-, aquí sentados todos, en estas sillas. Sabemos que estamos sentados,
pero nosotros no hemos observado estas sillas. En el primer caso tenemos el
conocimiento de que estamos sentados en las sillas, pero observarlas ya es algo
distinto. En el primer caso hay -dijéramos-, el conocimiento, pero no la
observación. La observación requiere una concentración especial: observar de
que están hechas, luego de entrar en meditación, descubrir sus átomos, sus
moléculas; esto requiere ya dijéramos, una atención dirigida. Saber que uno
está sentado en una silla, es una atención no-dirigida, una atención pasiva;
pero observar la silla, ya seria una atención dirigida. Así también, nosotros
podemos pensar mucho en nosotros mismos, mas esto no quiere decir que estemos
observando nuestros propios pensamientos; observarlos es distinto, es
diferente. Vivimos en un mundo de emociones inferiores, cualquier cosa nos
produce emociones de tipo inferior, y sabemos que las tenemos; pero una cosa es
saber que uno se encuentra en un estado negativo, y otra cosa es observar el
estado negativo en que se encuentra, que es algo completamente diferente.
Veamos por ejemplo:
En cierta ocasión, un caballero le manifestó a un psicólogo, le dijo:
"Bueno, yo siento antipatía por determinada persona" (y le citó el
nombre y apellidos). El psicólogo le contestó: "Obsérvela, observe usted a
esa persona". Respondió nuevamente el interrogador: "¿pero, yo para
que voy a observarlo, si le conozco?". Sacó como conclusión, el psicólogo,
que aquel no quería observar, conocía pero no observaba. Conocer es una cosa y
observar es otra cosa muy diferente. Uno puede conocer que tiene un pensamiento
negativo, pero eso no significa que lo está observando; sabe que se encuentra
en un estado negativo, pero no ha observado el estado negativo.
En la vida práctica
vemos que dentro de nosotros hay muchas cosas que deberían causarnos vergüenza:
comedias ridículas, cuestiones de "yoes", protestas, pensamientos
morbosos, etc.; saber que se tienen, no es haberlos observado. Alguien puede
decir: "Sí, en este momento tengo un pensamiento morboso"; pero una
cosa es saber que lo tiene, y otra cosa es observarlo, que es totalmente
diferente.
Así pues, si uno
quiere llegar a eliminar tal o cual elemento psicológico indeseable, primero
que todo tiene que aprender a observar con el propósito de obtener un cambio,
porque ciertamente, si uno no se aprende a auto-observar, cualquier posibilidad
de cambio se hace imposible.
Cuando uno se aprende
a auto-observar, se desarrolla en uno mismo el sentido de auto-observación.
Normalmente, este sentido está atrofiado en la raza humana, está degenerado,
pero a medida que lo usamos se va desenvolviendo y desarrollando.
Como primer punto de
vista, venimos a evidenciar, a través de la auto-observación, de que aún los
pensamientos más insignificantes o las comedias más ridículas que interiormente
se suceden y que nunca se exteriorizan, no son propias, son creadas por otros,
por los "yoes". Lo grave es identificarse uno con esas comedias, con
esas ridiculeces, con esas protestas, con esas iras, etc., etc., etc. Si uno se
identifica con cualquier deseo interior de esos, cobra más fuerza el "yo"
que las produce, y así cualquier posibilidad de eliminación se hace cada vez
más difícil. De manera que la observación es vital cuando se trata de provocar
un cambio radical en nosotros.
Los distintos
"yoes" que viven en el interior de nuestra psiquis, son muy astutos,
muy sagaces; apelan muchas veces al "rollo" ese de los recuerdos que
cargamos en el centro intelectual. Supongamos que uno en el pasado, estuvo
fornicando con cualquier otra persona del sexo opuesto, y que está insistiendo
o no en eliminar la lujuria; entonces el "yo" de la lujuria apelará,
se apoderará del centro de los recuerdos, del centro intelectual; agarrará
allí, dijéramos, el "rollo" de los recuerdos, del que tenga
necesidad, y las hará pasar por la fantasía de la persona, así él se vigorizará
más, se hará cada vez más fuerte. Por todas estas cosas, ustedes deben ver la
necesidad de la auto-observación. No sería posible que hubiese un cambio de
verdad, radical y definitivo, si no aprendemos a observarnos.
Conocer no es
observar, pensar tampoco es observar. Muchos creen que pensar en sí mismo es
observar, y no es así. Uno puede estar pensando en sí mismo, y sin embargo no
se está observando. Es tan distinto pensar en sí mismo a observar, como el
aceite al agua, o el agua al aceite. Obviamente, no debe uno identificarse con
ninguno de los "yoes". Para observarse, uno tiene que dividirse entre
dos, en dos, en dos mitades: una parte que observa, y otra parte que es
observada. Cuando la parte que observa ve las ridiculeces y necedades de la
parte observada, hay posibilidades como nunca de descubrir -supongamos el
"yo de la ira"-, que ese "yo" no somos nosotros, que él es
él; podríamos exclamar: "¡el "ello" tiene ira, yo no tengo ira
"ello", ese debe morir; voy a trabajarlo, para desintegrarlo".
Pero si uno se identifica con él y dice: "¡yo tengo ira, estoy
furioso!"; cobra más fuerza, se hace más vigoroso, y entonces, ¿cómo lo va
a disolver, de qué manera? Pues no podría, ¿verdad? De manera que no debe
identificarse con ese "yo", ni con su rabieta, o con su tragedia,
porque si uno se identifica con su creación, pues termina viviendo en esa
creación también, y eso es absurdo.
A medida que uno va
trabajando sobre sí mismo, se va ahondando cada vez más en las cuestiones de la
auto-observación, se va haciendo cada vez más profundo; en esto se debe perder
ninguno, mejor que no vaya dejando escapar ni el más insignificante
pensamiento. Cualquier deseo, por pasajero que sea, cualquier reacción, debe
ser el motivo de observación, porque cualquier deseo, cualquier reacción,
cualquier pensamiento negativo, proviene de tal o cual "yo". Y si
queremos nosotros fabricar la luz, liberar el Alma, ¿vamos a permitir nosotros
que continúen existiendo esos "yoes"? ¡Sería absurdo! Si es luz lo
que nosotros queremos, si de verdad estamos enamorados de la luz, pues tenemos
que desintegrar los "yoes", no queda más remedio, volverlos polvo;
pero no podemos volver polvo a lo que no hemos observado. Entonces necesitamos
saber observar.
En esta cuestión,
tenemos también que cuidar la charla interior, porque hay muchas charlas
interiores negativas, absurdas, conversaciones íntimas que jamás se
exteriorizan, y naturalmente, necesitamos corregir esa charla interior,
aprender a guardar silencio, saber hablar cuando se debe hablar, saber callar cuando
se debe callar -esto es ley, no solamente para el mundo físico, para el mundo
exterior, sino también para el mundo interior-. Las charlas interiores
negativas, más tarde se vienen a exteriorizar físicamente; por eso es que es
tan importante eliminar la charla negativa interior, porque perjudica. Hay que
aprender a guardar el silencio interior.
Normalmente se
entiende por "silencio mental", cuando uno vacía la mente de toda
clase de pensamientos, cuando uno logra la quietud y silencio de la mente a través
de la meditación, etc.; pero hay otra clase de silencio. Supongamos que se nos
presenta ante nosotros un caso de juicio crítico, con relación a un semejante,
y sin embargo mentalmente guardamos silencio, no juzgamos, no condenamos; nos
callamos, tanto externamente como internamente. En este caso pues, hay silencio
interior.
Los hechos de la vida
práctica, al fin y al cabo deben mantenerse en íntima correspondencia con una
conducta interior perfecta. Cuando los hechos de la vida práctica concuerdan
con una conducta interior perfecta, es señal de que ya vamos nosotros creando,
en sí mismos, el famoso Cuerpo Mental.
Si ponemos las
distintas partes de un radio o de una grabadora de esas -por ejemplo- sobre una
mesa, pero no sabemos nada de electrónica, pues tampoco podremos captar las
distintas vibraciones insonoras que pululan en el Cosmos; pero si mediante la
comprensión unimos las distintas partes, tenemos el radio, tendremos el aparato
que puede captar sonidos que de otra forma no captaríamos. Así también, las
distintas partes de estos estudios, de este Trabajo, se van complementando
entre sí para venir a formar un cuerpo maravilloso, el famoso Cuerpo de la
Mente. Este cuerpo nos permitirá captar mejor todo lo que dentro de nosotros
mismos existe, y desarrollará en nosotros más el sentido de la auto-observación
íntima, y eso es bastante importante.
Así pues, el objeto
de la observación es realizar un cambio dentro de nosotros mismos, promover un
cambio verdadero, efectivo.
Una vez que nos hemos
puesto, dijéramos, diestros en la observación de sí mismos, entonces viene el
proceso de eliminación. De manera que hay propiamente, tres pasos en esta
cuestión: primero, la observación; segundo, el juicio crítico; y tercero, ya es
propiamente la eliminación de tal o cual "yo psicológico".
Al observar un
"yo", debemos verlo como se comporta en el centro intelectual, de qué
manera; conocerle todos sus "juegos" con la mente. Segundo, en qué
forma se expresa a través del sentimiento, en el corazón, y lo tercero, descubrir
su modo de acción en los centros inferiores: motor-instintivo-sexual.
Obviamente en el sexo, un "yo" tiene una forma de expresión, en el
corazón tiene otra forma, y en el cerebro otra. En el cerebro, un
"yo" se manifiesta a través de la cuestión intelectual: razones,
justificaciones, evasivas, escapatorias, etc., etc., etc. En el corazón como un
sufrimiento, como afecto, como un amor aparentemente -muchas veces, cuando es
cuestión de lujuria-, etc. Y en los centros motor-instintivo-sexual, tiene otra
forma de expresión, como acción, como instinto, como impulso lascivo, etc.,
etc.
Por ejemplo, citemos
un caso concreto: lujuria, un "yo" lujuria, ante una persona de sexo
opuesto. En la mente puede que se manifieste con pensamientos constantes;
podría manifestarse en el corazón como un afecto, como un amor aparentemente
puro, libre de toda mancha, hasta tal grado, que podría uno perfectamente
justificarse y decir: "pero bueno, yo no siento lujuria por esta persona,
yo lo que estoy sintiendo es amor". Pero si uno es observador, si le pone
mucho cuidado a su máquina y observa el centro sexual, viene a descubrir que en
el centro sexual hay cierta actividad ante esa persona; entonces viene a quedar
evidenciado que no hay tal afecto, -el amor dijéramos-, no es tal amor por esa
persona, sino que lo que hay es lujuria.
Pero vean cuan fino
es el delito: la lujuria puede perfectamente disfrazarse, en el corazón, con el
amor, componer versos, etc., etc., pero es lujuria disfrazada. Si uno es
cuidadoso y observa esos tres centros de la máquina, puede evidenciar que se
trata de un "yo". Ya descubriendo que se trata de un "yo",
habiéndole conocido sus "manejos" en los tres centros; o sea, en el
intelectual, en el corazón y en el sexo, entonces, procede uno a la tercera fase.
¿Cuál es la tercera fase? La ejecución, ésta es la parte final del trabajo,
¿no? Ejecución. Entonces tiene uno que apelar a la oración en el trabajo. ¿Qué
se entiende por "oración en el trabajo"? La oración en el trabajo
debe ser hecha sobre la base de la íntima Recordación de Sí Mismo.
En alguna ocasión
dijimos que hay cuatro niveles del hombres, o cuatro estados de Conciencia,
-para ser más claros, cuatro estados de Conciencia-. Un primer estado de
Conciencia es el del sueño profundo e inconsciente de una persona, de un Ego
que dejó el cuerpo dormido en la cama, pero ambula en el Mundo Molecular en
estado de coma -es el estado inferior-. Un segundo estado de Conciencia es el
del soñador que ha regresado a su cuerpo físico, y que cree que está en estado
de vigilia; en este caso sus sueños continúan, claro que está con el cuerpo
físico en estado de vigilia. Es más peligroso este tipo segundo de soñador,
porque puede matar, puede robar, puede cometer crímenes de toda especie; en
cambio, en el primer caso, el soñador es más infrahumano pero no puede hacer
nada de estas cosas. ¿Cómo podría hacerlo, cómo podría hacer daño? Cuando el
cuerpo está pasivo para sus sueños, la persona no puede ocasionar daños a nadie
en el mundo físico; pero cuando el cuerpo está activo para los sueños, la
persona puede hacer mucho daño en el mundo físico; por eso es que en las
Sagradas Escrituras insisten en la necesidad de despertar.
Si estos dos tipos de
personas: las que se encuentran, dijéramos, en estado de inconsciencia profunda,
o aquellos que siguen soñando y tienen el cuerpo activo para los sueños, hacen
oración, pues de semejantes dos estados tan infrahumanos, no pueden aceptar sus
estados negativos, la Naturaleza responde. Por ejemplo: un inconsciente, un
dormido hace oración para montar un negocio, pero puede que sus
"yoes", -que son tan innumerables-, no estén de acuerdo con lo que él
está haciendo; porque es tan solo uno de los "yoes" el que está
haciendo la oración, y los otros no están siendo tenidos en cuenta; a los otros
puede que no les interese tal negocio, que no estén de acuerdo con esa oración,
y hagan una oración exactamente lo contrario para que ese negocio fracase,
porque no están de acuerdo; como los otros son mayoría, la Naturaleza contesta
con sus fuerzas, con un aflujo de fuerzas, y viene el fracaso del negocio, eso
es claro.
Entonces, para que la
oración tenga un valor efectivo en el trabajo sobre uno mismo, pues tiene uno
que colocarse en el tercer estado de Conciencia, que es el de la íntima
Recordación de Sí Mismo, es decir, de su propio Ser.
Sumergido uno en
meditación profunda, concentrado en su Divina Madre Interior, le suplicará que
elimine de su psiquis, ese "yo" que quiere desintegrar. Puede que la
Madre Divina en ese momento actúe, decapitando tal "yo", pero no con
eso se ha hecho la totalidad del trabajo; la Madre Divina no lo va a
desintegrar instantáneamente todo. Habrá necesidad, si no se desintegra todo de
tener paciencia. En sucesivos trabajos a través del tiempo, lograremos que tal
"yo" se desintegre lentamente, que vaya perdiendo su volumen, de
tamaño. Un "yo" puede ser espantosamente horrible, pero a medida que
va perdiendo su volumen, se va embelleciendo; después tiene la apariencia de un
niño, y por último se vuelve polvo. Cuando ya se ha vuelto polvo, la Conciencia
que estaba metida, embotellada, embutida dentro de ese "yo", queda
liberada; entonces la luz habrá aumentado, es un porcentaje de luz que queda
libre. Así procederemos con cada uno de los "yoes".
El trabajo es largo y
muy duro; muchas veces cualquier pensamiento negativo, por insignificante que
éste sea, tiene por fundamento un "yo" antiquísimo. Ese pensamiento
negativo que llega a la mente, nos indica de hecho que hay un "yo"
detrás de ese pensamiento, y que ese "yo" debe ser extirpado,
erradicado de nuestra psiquis. Hay que estudiarlo, conocerle sus manejos, ver cómo
se comporta en los tres centros: en el intelectual, en el emocional, y hablando
en síntesis, en el motor-instintivo-sexual, ver de qué manera trabaja en cada uno
de estos tres centros; de acuerdo con su comportamiento, uno lo va conociendo.
Cuando uno ha desarrollado el Sentido de la Auto-observación, viene a
evidenciar por sí mismo, que algunos de esos "yoes" son
espantosamente horribles, son verdaderos monstruos de forma horripilante,
macabra, y que viven en el interior de nuestra psiquis.
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