-BUDHA-
La India es el país de los misterios y las ocultas
tradiciones, uno de los más antiguos y más rica en historia del mundo.
Por la india han pasado muchas clases de seres humanos,
desde los descendientes de las primitivas razas, hasta los sabios del Himalaya.
A pesar de la invasión musulmana y la ocupación inglesa,
la civilización brahmánica reina perpetua, con sus centenares de divinidades.
El cielo, el mar y la montaña se han unido para hacer de
la india el país de la contemplación y del ensueño.
Durante muchos milenios, desplegó su esplendor la
civilización brahmánica, sin embargo, seis o siete siglos antes de nuestra era,
se inició el declive, hasta el punto de encerrarse en el círculo himaláyico,
separándose de los demás pueblos.
A fuerza de buscar la unión con Atman, el espíritu puro,
los brahmanes olvidaron, el mundo y los hombres.
Surgió en aquel momento entre los brahmanes el primer
hombre dispuesto a combatirles, «Budha».
Entre las estribaciones nepalesas de los Himalayas y el
río Rohini, nació en el siglo VI antes de nuestra era, un niño llamado Sidharta
Gautama, su padre Sudodana, era uno de los muchos reyes del país.
El nombre de Gautama, viene de una familia de cantores
védicos de sus ascendientes paternos.
El niño fue consagrado a Brahma, él debía ser también
cantor y encantador de Almas.
Gautama pasó su infancia entre el lujo y la ociosidad,
pero a pesar de su vida tranquila y retirada, siempre se preguntaba el por qué
de las cosas.
Preguntas como: ¿Por qué Brahma creó este mundo lleno de
espantosos dolores y de insensatos goces?, ¿qué habría tras las obscuras moles
del Nepal y las lomas nevadas de los Himalayas?, etc. Preguntas a las que sus
padres y preceptores, le respondían sin satisfacer su curiosidad.
Según las costumbres, Gautama se unió en matrimonio y de
esa unión, nació un hijo llamado Raula, pero estos acontecimientos no disiparon
el curso de sus pensamientos.
La leyenda habla de las impresiones que condujeron a
Gautama a su paso decisivo, durante un paseo encontró a un anciano, a un
enfermo y a un muerto.
El aspecto de aquel cuerpo tambaleante y decrépito, de
aquel hombre cubierto de úlceras y de aquel cadáver, obraron sobre él,
revelándole el fin inevitable de toda vida y la miseria humana.
Tenía Gautama 29 años cuando decidió renunciar a la
corona y abandonar para siempre su palacio y familia y consagrarse a la vida
ascética.
Un documento palí, de un siglo después de la muerte de
Budha dice que Gautama, dirigiéndose a sus discípulos comentó:
«Al hombre, en todo tiempo le ataja el disgusto y el
horror ante la vejez».
De hecho, en toda la literatura budhista, la vejez, la
enfermedad y la muerte, acuden sin cesar como los males inevitables de la
humanidad.
Gautama, convertido en Sakya-Muni, se dirigió primero a
los encumbrados brahmanes para que le indicaran el camino de la verdad, pero
sus respuestas, complicadas y abstractas no le satisfacían. Sin embargo algunas
prácticas respiratorias y métodos de meditación, eran indicadas para la
perfecta concentración interior.
Después pasó varios años con cinco ascetas jainos, pero
después de someterse a su disciplina, se convenció de que a ningún anhelado fin
le conducía.
Cuentan las narraciones budhistas que tras renunciar a
dichas enseñanzas, gozó entonces la embriaguez de la soledad.
La tradición relata que Sakya-Muni practicó siete años
ejercicios de concentración antes de alcanzar la iluminación. Esta iluminación
la logró durante una serie de éxtasis en meditación. Es interesante conocer
estas noches extásicas, ya que de su interpretación ha surgido el Budhismo.
La primera noche penetró en lo que la India llama «Kama
Loka» (mansión de deseos); es el Purgatorio Cristiano, el Amenti egipcio,
etc...
Le atacaban toda clase de animales feroces y serpientes.
Su alma comprendió que eran sus propias pasiones de vidas anteriores, aún vivas
en el fondo de su Alma. Pero a base de voluntad se iban disipando.
En esta región creyó percibir al príncipe de aquel reino,
al que los poetas llaman Kama, (Dios del deseo), Kama se convirtió en Mara, el
Dios de la Muerte.
Cuando despertó de la primera noche, permaneció inmóvil
bajo el árbol de la meditación.
Durante la segunda noche penetró en el mundo de las Almas
dichosas.
Vio las Almas agrupadas en parejas, sus miradas
irradiaban felicidad.
Observó que cada alma se hallaba unida al mundo inferior
y comprendió entonces el sentido de su visión. Aquellos hilos de unión, eran
restos de pasiones humanas que unían aquellas Almas gozosas a la tierra,
forzándolas a nuevas encarnaciones.
A la mañana siguiente pensaba en el error sin fin, de
esas pobres Almas.
La tercera noche se elevó al mundo de los Dioses. Vio
corrientes luminosas que se diversificaban por el universo, pero también oyó el
grito de dolor humano ascender del abismo. Descubrió que aquel mundo de dolor,
lo habían creado también los Dioses.
Se dio cuenta entonces que el universo era como una
rueda, a la que se hallan sujeto todos los seres, los hombres y los Dioses. De
vida en vida, de encarnación en encarnación, todos los seres vivos vuelven
siempre a comenzar una idéntica aventura, siendo devorados por el dolor y la
muerte.
Antes de la cuarta noche, invocó al Innominado, para que
le revelara el Arcano de la Felicidad. Al concentrarse volvió a ver la terrible
rueda de existencias. La rueda daba vueltas lentamente, algunos luchaban por
salir de ella, eran algunos ascetas luchadores, pero ninguno de ellos conseguía
la salvación verdadera. Tras el dolor que sintió al ver esto, se sumergió en un
mar de quietud y de paz y se fundió en la durmiente Alma del mundo. Había
alcanzado el Nirvana. Si hubiese tenido la voluntad y la fuerza de ir más allá,
hubiera visto, oído y sentido algo más todavía, hubiera oído la Divina Palabra
que crea la luz.
Después de la cuarta noche de su dominación, Gautama
sintió de nuevo, una fuerza animándolo de valor. Al alcanzar el Nirvana se
había liberado de todo mal. Templado en la muerte se sentía invencible.
Conquistada la verdad, quiso salvar al mundo, y llegó a formular su doctrina:
«Del no-conocimiento nacen las formas del pensamiento
(Sonkara), que plasman las cosas. De ellas nace la conciencia, y del deseo de
los sentidos deriva el apego a la existencia, del apego nace la realización, de
éste el nacimiento, la vejez y la muerte, las lamentaciones y dolores, las
desgracias, desesperaciones y penas».
«Pero si se suprime la causa primera, el no-conocimiento,
toda la cadena de efectos se destruye, quedando el mal vencido».
Anhelaba el Budha, que todos los hombres alcanzaran el
Nirvana.
Sabedor de cuanto tenía que decir a los brahmanes y al
pueblo, Sakya Muni abandonó su retiro, para volver a Benarés y propagar su
doctrina.
Antes de realizar su obra, tuvo el Budha, como cada
profeta que atravesar algunas pruebas y tentaciones. Cuenta la leyenda que el
demonio Mara cuchicheó a su oído:
«Entra en el Nirvana hombre perfecto». Budha le
respondió:
«No entraré en el Nirvana en tanto no se acreciente y
difunda la vida santa entre los hombres y no sea predicada por doquiera».
Budha empezó su predicación en Benarés, convirtió a cinco
monjes que más tarde fueron sus fervientes discípulos, a los que mandó predicar
su doctrina:
«Id por el mundo para salvación de las gentes, y la
gloria de los dioses y de los hombres».
Fueron muchos los seguidores de Budha, los alumnos
dejaban a sus maestros para seguir las enseñanzas del Budha.
La predicación de Budha duró cuarenta años, sin que los
brahmanes opusieran resistencia.
Budha compartía su vida en dos periodos, uno nómada de nueve
meses y otro sedentario de tres.
En los meses de viaje, nunca les faltó sido para dormir,
ni comida para él y sus discípulos, aunque ellos seguían su voto de pobreza.
Todas las mañanas recorrían las ciudades, bendiciendo a
los que se le acercaban. Por la tarde meditaban el Sublime en «Sagrado
Silencio», así se extendió las enseñanzas budhistas.
Aparecieron muchas comunidades que vivían gustosas bajo
la guía de los budhistas.
Los textos que relatan estos hechos, no son suficientes
para conocer la grandiosidad de este gran Ser.
La tradición ha conservado el «Sermón de Benarés», que es
el Sermón de la Montaña de Budha:
«Me llamáis amigo, pero no me dais mi verdadero nombre.
Yo soy el liberado, el Bienaventurado, el Budha. Agudizad el oído, la
liberación de la muerte ha sido hallada. Yo os enseño la doctrina, si vivís en
sus preceptos, alcanzaréis la perfecta santidad y en esta vida reconoceréis la
Verdad. Basta ya de mortificaciones, renunciar a todos los placeres de los
sentidos. He aquí la Santa Verdad sobre la eliminación del sufrimiento;
supresión del ansia por la destrucción del deseo, aportándolo, desligándose de
él. Esta es, la Santa Verdad sobre la extinción del dolor».
Cuando Sakya-Muni se halló en posesión de las cuatro
verdades esenciales:
1.- El sufrimiento,
2.- El origen del sufrimiento,
3.- La eliminación del sufrimiento y
4.- El camino de la Liberación,
declaró que en el mundo de Brahma y de Mara, entre todos
los seres, comprendidos brahmanes y ascetas, hombres y dioses, había alcanzado
la felicidad perfecta y la suprema dignidad de Budha.
Budha fue, por la ternura de su Alma, el creador de la
religión de la piedad, y el inspirador de una nueva poesía, que emana de sus
parábolas y de las leyendas del budhismo.
A la edad de ochenta años, estando Budha en Belura, cayó
enfermo y sintió próxima la muerte. Pensó entonces en sus discípulos:
«Debo vencer con mi fuerza la enfermedad, y retener la
vida».
Budha emprendió la marcha, deseoso de seguir enseñando
hasta el fin.
Se detuvo algún tiempo en Vesala, pero al llegar a
Kusinara, las fuerzas le abandonaron.
Le tendieron sobre una alfombra, entre dos árboles
gemelos; sus últimas palabras fueron:
«Valor, discípulos míos, Todo cuanto sobrevenga, es
perecedero: ¡luchad sin cesar! ».
Luego murió y de los copos de los árboles gemelos cayeron
flores sobre el Budha.
De esta forma Budha, deja su cuerpo físico y se eleva al
Paranirvana para perderse en el seno de su Real Ser.
Una vez fue quemado su Santo Cuerpo, sus cenizas fueron
divididas en ocho partes iguales.
Sus discípulos siguieron predicando su doctrina, aunque
estas no fueron escritas hasta el año ochenta antes de la era cristiana.
El Budhismo ha ejercido una profunda influencia sobre el
Occidente.
Es preciso reconocer que la India y Budha, nos han legado
el tesoro de su sabiduría.
Budha fue el primero en divulgar la doctrina, que los
brahmanes pronunciaban a media voz, en el velado secreto de sus templos.
El Budhismo es el verdadero misterio de la India, el
Arcano de su sabiduría, es la doctrina, de la pluralidad de la existencia y el
misterio de la reencarnación.
En la actualidad casi toda la india, vibra aún con la
energía que dejó Budha hace más de 2.500 años.
Texto tomado del “Círculo de Investigación de la
Antropología Gnóstica”
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