-ZOROASTRO-
Resulta complejo estudiar la figura de Zoroastro o
Zarathustra y su doctrina, en la que predomina el culto al Fuego Sagrado y al
Sol, y un carácter dualista de la existencia.
Es esta religión conocida como Mazdeísmo, Magismo o
Parsismo, y de ella deriva también el Maniqueísmo, el cual tuvo una notable
influencia en ciertas regiones de la Europa y el África medieval.
Ante todo, cabe decir que Zarathustra es un nombre
genérico, para designar a un gran legislador y reformador religioso.
Por tanto, no es extraño que existan varios de ellos
entre la tradición irania, aunque no se conocen con claridad los años de su
existencia.
Es lógico, pues, que el Zend Avesta, (nombre general de
los libros sagrados de los Parsis), se halla compuesto de fragmentos
recopilados en distintas épocas y de diversos Maestros.
En la historia legendaria del primer Zoroastro, que vamos
a relatar, encontramos muchos elementos simbólicos, comunes a todas las
religiones, y que nos ayudan a comprender mejor el esoterismo.
–Cuatro o cinco mil años antes de nuestra era, tribus
nómadas arias poblaban el Asia Central, entre Persia y el Irak.
La historia de estos pueblos arios primitivos, está
repleta de las luchas contra los invasores turanios, de tez amarilla, venidos
del norte y ávidos de conquista.
En aquella época, nació un muchacho de nombre Ardjasp,
quien se convertiría en el primer Zoroastro.
Su juventud transcurrió cazando búfalos y luchando contra
los turanios.
Hijo de un rey desposeído por sus conquistadores, soñaba
con restaurar el antiguo reino, aunque realmente no contaba con armas, hombres
ni caballos para destruir a sus poderosos enemigos.
Un día, un mendigo visionario le predijo que reinaría sin
cetro ni corona, pero con más poder que todos los reyes de la tierra, y
coronado por el sol.
En otra ocasión, penetró en un bosque profundo, y
descubrió en él a una hermosa mujer, que llenaba un recipiente en una fuente.
– ¿A quién pertenece este valle? -Dijo Ardjasp.
-Reina aquí el patriarca Vahumano, guardián del puro
fuego y servidor del Altísimo. -Contestó ella.
-¿Cómo te llamas, noble mujer? -Preguntó el joven,
cautivado por su belleza.
Me dieron el nombre de este río: Arduizur (fuente de
luz). Pero cuidado, aquel que beba de sus aguas se abrasará en una sed
inextinguible. Sólo un Dios podrá apagarla.
Tras esto, la mujer se volvió y desapareció entre los
árboles.
Ardjasp se inclinó sobre la fuente, sin preocuparse por
lo dicho por la joven, y bebió de sus aguas, pues estaba sediento. Se marchó
después, olvidando casi por completo lo sucedido.
Pasaron varios años, y los turanios vencieron a los
arios.
Zohak, el rey turanio, convocó a las tribus arias en su
fortaleza, para que reconocieran su poder.
Ardjasp acudió también para observar a su enemigo.
Tras el rey, se hallaba el templo de Angra-Mayniú
(Arimán) el Tenebroso, Dios de los turanios, guardado por dos
dragones-serpiente.
Entonces trajeron a la presencia del rey una cautiva, una
bella mujer que Ardjasp reconoció; era Arduizur, la mujer de la fuente.
El rey ofreció la mujer al turanio que se consagrase a su
Dios, vertiese su sangre en el fuego, bebiera sangre de toro y le prestase
juramento.
Si nadie la quería, sería arrojada a los dragones.
Se presentó un caudillo turanio a cumplir con las
condiciones, cuando la mujer, dirigiéndose a Ardjasp, le rogó que la salvara.
El joven se lanzó contra el turanio, espada en mano, pero
los guardianes le detuvieron, y estaban a punto de atravesarlo con sus lanzas,
cuando el rey los detuvo y le dijo a Ardjasp:
"Te otorgaré la vida, ofreciéndote a esta mujer, si
me prestas juramento y te sometes a nuestro dios".
Ardjasp, no estaba dispuesto a someterse y Arduizur lanzó
otro grito.
El se volvió de nuevo contra los turanios y se hubiera
dejado matar, si sus compañeros no lo hubieran retenido.
Perdió el conocimiento, y al recobrarlo, distinguió a la
mujer atada a un caballo, que escoltada por soldados turanios partía hacia
algún lugar desconocido.
En esos momentos, Ardjasp recordó las palabras de
Arduizur:
-Aquel que beba de esta agua, será abrasado por una sed
que sólo un Dios podrá apagar.
Sentía sed de venganza y justicia, de liberar a Arduizur
y a su pueblo de la opresión de sus enemigos.
Ardjasp se presentó ante el patriarca Vahumano, quien ya
conocía el rapto de Arduizur.
-¿Qué quieres de mi? -Le preguntó al Maestro.
-Tú eres sabio y poderoso. Vengo en busca de la luz y la
verdad para mí, y de justicia y liberación para mi pueblo.
¿Posees la paciencia que desafía el tiempo? ¿Estás
dispuesto a renunciar a todo por conseguirlo, y a sufrir por ello toda la vida?
-Toma mi cuerpo y mi Alma; estoy dispuesto a todo por
salvar a los arios y liberar a Arduizur.
-Entonces te ayudaré -contestó Vahumano. Te quedarás con
nosotros como discípulo y ya no regresarás con los tuyos. Tu nombre ya no será
Ardjasp, sino Zarathustra, o Zoroastro, que significa Estrella o Esplendor del
Sol. Serás servidor del Ahura-Mazda Omnisciente, el Viviente Espíritu del
Universo.
Vahumano le explicó a Zoroastro que era preciso combatir
y derribar al Dios turanio, Arimán, propagador de la opresión, el vicio y el
odio, para salvar a su pueblo. Luego le ordenó ascender hasta una gruta en lo
alto de las montañas, rogando continuamente al Señor del Sol que se manifestara
en él y le transmitiera su ley.
El discípulo pasó diez años en aquel lugar, sin escuchar
la voz de Ormuz (Ahura-Mazda), sin poder contemplarlo. Recordaba a Arduizur y
se preguntaba sobre su destino y el de los arios. Por las noches le asaltaban
los demonios de Arimán bajo formas de chacales, murciélagos o serpientes, y
cada vez los ataques eran más terribles.
Tras ellos aparecía una mujer, con mantos oscuros,
semejante a Arduizur, y después volvía a desaparecer. Poco a poco la sombra fue
aclarándose y se convirtió de negra a gris, y luego fue blanqueándose, traía
flores y rayos y parecía expulsar a los demonios.
Tras tres noches de gran sufrimiento y angustia, en que
sintió su muerte y la de todos los seres, y abandonado de toda esperanza,
escuchó una gran voz, como un trueno, y apareció ante él el Verbo Solar, Ormuz,
Ahura-Mazda, en forma humana y rodeado de ángeles, diciéndole:
"Soy Ahura-Mazda, el que te ha creado y elegido.
¡Escúchame, oh Zarathustra!, el mejor de los hombres; te hablaré día y noche, y
te comunicaré la palabra de Vida".
Desde entonces, Zoroastro escuchaba cada día la palabra
de Ormuz, le revelaba la creación del universo y los grandes misterios
cósmicos, y le enseñaba a combatir a los demonios de Arimán. Ormuz condena la
violencia y la injusticia, pero califica el valor como la mayor virtud del
hombre.
Tras diez años en soledad, Zoroastro regresó con los
suyos, quienes apenas le reconocieron. Convocó a todas las tribus arias
vecinas, y los incitó a la guerra contra los turanios. Les anunció su
Revelación, el Zend Avesta, la palabra de Ahura-Mazda, que se resumía en
Purificación del cuerpo y el Espíritu por la plegaria y el culto al fuego;
trabajo en la tierra, y la lucha contra Arimán y los turanios.
Tras cuarenta años de combates, los arios derrotaron por
fin a sus adversarios, bajo el mando de Zoroastro, proclamando éste un rey, e
instaurando el culto a Ormuz.
Tras ello, regresó a su retiro en las montañas, para que
Ahura-Mazda le comunicara el porvenir de su raza.
Allí volvió a contemplar a su Señor en su máximo
esplendor, que le mostró el futuro del pueblo Persa.
Luego le ordenó ascender a la cumbre de la montaña. Allí
se encontró con una mujer luminosa, Arduizur, quien tras morir a manos de los
turanios, renacía convertida en el Alma Divina de Zoroastro, para fundirse en
él y adentrarse ambos en el Espíritu Inmortal de Ahura Mazda.
La época del último Zoroastro, según la tradición parsi,
se coloca entre el 660 y 583 a. C., cuando se redactó el Zend-Avesta en la
forma en que es conocido actualmente.
En la vida de este Maestro, observamos también sucesos
maravillosos, y cierto paralelismo con la de Budha.
A los 20 años abandonó la casa de sus padres, en busca de
la sabiduría.
Permaneció siete años en el interior de una cueva, en
silencio y tinieblas, hasta que los ángeles le revelaron Aura Mazda, iniciando
más tarde una peregrinación, y predicando la perfección por los pensamientos,
palabra y obra, juzgándose las acciones tras la muerte.
Tras la llegada del Cristianismo y el Islam, la religión
del fuego fue perdiendo relevancia, aunque influiría fusionada con el
Maniqueísmo, secta rival del Cristianismo, fundada por Mani.
Actualmente, todavía perduran seguidores de Zoroastro y
su doctrina, los parsis, que continúan en algunas zonas de la India con las
antiguas tradiciones de los Maestros del Asia Central.
J. C.
Texto tomado del “Círculo de Investigación de la
Antropología Gnóstica”.
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