-TOMAS DE KEMPIS-
¡Dichoso el hombre a quien la Verdad misma enseña, así
como ella es, no por medio de figuras y voces que mueren!
El pensamiento y el sentido con frecuencia nos engañan, y
poco es lo que ven. ¿De qué sirve cavilar tanto acerca de cosas ocultas y
oscuras por cuya ignorancia no se nos reprenderá en el juicio?
Gran tontería es el descuidar lo útil y necesario por
atender a lo curioso y dañoso. De veras que tenemos ojos y no vemos.
El hombre a quien habla el verbo Eterno, de muchas
opiniones se desenreda. Firme tiene su corazón, en Dios descansa tranquilo, el
hombre para quien todas las cosas son una sola, las reduce todas a una sola y
las ve todas en una sola.
¡Oh Dios que eres la verdad! Haz que esté unido a ti con
un amor eterno.
A menudo me aburro de oír y de leer tantas cosas. En ti
está todo lo que quiero, y todo aquello por lo que suspiro.
Cuanto más unificado esté uno interiormente y más
simplificado exteriormente, tanto más cosas y tanto más profundas entiende sin
trabajo; porque de arriba recibe luz para entenderlas.
Un alma pura, sencilla y constante, no se disipa entre
muchas ocupaciones; porque todo lo hace por el honor de Dios, procurando no
ocuparse en la busca de sí misma.
¿Quién te estorba y te molesta más que los afectos
inmortificados de tu propio corazón?
Una persona buena y piadosa primero dispone en su
interior aquellas obras que exteriormente tiene que hacer.
No la arrastra su mala inclinación a ejecutarlas; al
contrario, la hace doblegarse al imperio de la recta razón. ¿Quién sostiene más
dura lucha que aquél que trata de vencerse?
Nuestra ocupación debiera consistir en vencernos, en
hacernos cada día más fuertes que nosotros mismos, en ir mejorando un poco
todos los días.
El humilde conocimiento de ti mismo es camino más seguro
para llegar a Dios que las profundas investigaciones de la ciencia.
Mas como muchos ponen más empeño en adquirir el saber que
en vivir bien, a menudo se extravían, y aprovechan poco, y aun casi nada.
¡Oh, si tan activos fueran para arrancar de raíz los
vicios y cultivar las virtudes, como lo son para suscitar disputas, no habría
tantos pecados y escándalos entre el pueblo, ni tanta relajación en los
monasterios!
Seguramente que el día del juicio no se nos va a
preguntar qué leímos, sino qué hicimos; no qué tan bien hablamos, sino qué tan
religiosamente vivimos.
Dime: ¿dónde están todos aquellos señores, todos aquellos
maestros que tan bien conociste cuando aún vivían y en sus estudios florecían?
Ya otros ocupan sus canonjías, y quién sabe si de ellos se acordarán. En vida
parecían valer algo; ahora ya no hay quien hable de ellos.
¡Oh, qué pronto pasa la gloria del mundo! ¡Ojalá que su
vida hubiera sido conforme a su saber! Entonces sí habrían estudiado y leído
como se debe.
¡Cuántos del siglo se pierden por la vana ciencia, por
cuidar poco de servir a Dios! Como prefieren la grandeza a la humildad, piensan
puras vanidades.
Pero es verdaderamente grande el que tiene gran amor. Es
realmente grande el que para sí mismo es pequeño, teniendo en nada todas las
alturas del honor.
Por fin, es verdaderamente sabio el hombre que hace la
voluntad de Dios, renunciando a la suya propia.
Tomás de Kempis
Texto tomado del “Círculo de Investigación de la
Antropología Gnóstica”.
EL ABRAXAS GNOSTICO Nº 2-7
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