viernes, 13 de julio de 2012

EL ENSUEÑO, LOS HÁBITOS Y LAS EMOCIONES NEGATIVAS



EL ENSUEÑO, LOS HÁBITOS Y LAS EMOCIONES NEGATIVAS

La imaginación es una de las principales causas del trabajo equivocado de los centros.

Cada centro tiene su propia forma de imaginación y de ensueño, pero por lo general el centro motor y el centro emocional se sirven ambos del centro intelectual, siempre listo éste a cederles su lugar y a ponerse a su disposición para este fin, porque el ensueño corresponde a sus propias inclinaciones.

El ensueño es absolutamente lo contrario de una actividad «útil». «Útil» en este caso significa: dirigida hacia una meta definida y emprendida para un resultado definido.

El ensueño no tiende a ningún fin, no se esfuerza hacia ninguna meta.

La motivación del ensueño se encuentra siempre en el centro emocional o en el centro motor.

En cuanto al proceso efectivo, éste es tomado a su cargo por el centro intelectual.

La tendencia a soñar se debe en parte a la pereza del centro intelectual, es decir a sus tentativas por evitarse todo esfuerzo ligado a un trabajo orientado hacia una meta definida y que tenga una dirección definida, y por otra parte a la tendencia de los centros emocional y motor a repetirse, a guardar vivas o a reproducir experiencias agradables o desagradables, ya vividas o imaginadas.

Los ensueños penosos, mórbidos, son característicos de un desequilibrio de la máquina humana.

Después de todo, se puede comprender el ensueño cuando presenta un carácter agradable, y se le puede encontrar una justificación lógica.

Pero el ensueño de carácter penoso es un completo absurdo.

Sin embargo, muchas personas pasan nueve décimos de su existencia imaginando toda clase de acontecimientos desagradables, todas las desgracias que pueden recaer sobre ellos y sobre su familia, todas las enfermedades que pueden contraer, y todos los sufrimientos que tal vez tendrán que soportar.

La «imaginación» y el «ensueño» son ejemplos del funcionamiento equivocado del centro intelectual.

La observación de la actividad de la imaginación y del ensueño, constituye una parte muy importante del estudio de sí.

LOS HÁBITOS

Después la observación tendrá que enfocarse sobre los hábitos en general.

Todo hombre adulto es un tejido de hábitos, si bien, en la mayoría de los casos, no se da la menor cuenta de ello y pudiera aun afirmar que no tiene hábito alguno. Esto nunca puede ser así.

Los  centros están repletos de hábitos y un hombre jamás puede conocerse hasta haber estudiado todos sus hábitos.

La observación y estudio de éstos es particularmente difícil porque para verlos y «constatarlos», es necesario escapar de ellos, liberarse de ellos aunque sea tan sólo por un momento.

Mientras un hombre está gobernado por un hábito determinado, no puede observarlo; pero desde su primer intento de combatirlo, por débil que éste sea, lo siente y repara en él. Por eso, para observar y estudiar los hábitos es necesario tratar de luchar contra ellos.

Esto nos abre una vía práctica para la observación de sí.

He dicho anteriormente que al principio un hombre no puede cambiar nada en sí mismo, que sólo puede observar y «constatar».

Es verdad.

Pero es igualmente cierto que un hombre no puede observar ni «constatar» nada si no trata de luchar consigo mismo, es decir, contra sus hábitos.

Al principio, esta lucha no puede dar resultados inmediatos; no puede conducir a ningún cambio permanente o duradero.

Pero permite saber a qué atenerse.

Sin lucha un hombre no puede ver de qué está hecho.

La lucha contra los pequeños hábitos es muy difícil y fastidiosa, pero sin ella es imposible la observación de sí.

Desde su primera tentativa de estudiar su actividad motriz elemental, el hombre tropieza con sus hábitos.

Por ejemplo, puede querer estudiar sus movimientos, puede querer observar cómo camina.

Pero nunca lo logrará por más de un instante, si sigue funcionando de la manera habitual.

En cambio, si comprende que su manera de caminar está constituida por un cierto número de hábitos: pasos de cierta longitud, un cierto porte, etc., y si trata de cambiarlos, es decir caminar más o menos rápido, alargar más o menos el paso, será capaz de ver en sí mismo y estudiar sus movimientos mientras camina.

Si un hombre quiere observarse mientras escribe, debe tomar nota de la manera en que sostiene la pluma y tratar de tomarla de otro modo; entonces se hace posible la observación.

Para observarse un hombre debe tratar de no caminar de manera habitual, de sentarse en forma desacostumbrada, debe permanecer de pie cuando normalmente se sienta, sentarse cuando está acostumbrado a estar de pie, realizar con la mano izquierda los movimientos que acostumbra hacer con la mano derecha y viceversa.

Todo esto le permitirá observarse y estudiar los hábitos y asociaciones del centro motor.

LAS EMOCIONES NEGATIVAS

En el dominio de las emociones es muy útil tratar de luchar contra el hábito de dar expresión inmediata a las emociones desagradables.

Muchas personas encuentran muy difícil evitar expresar sus sentimientos acerca del mal tiempo.

Les es aún más difícil guardar para sí las emociones desagradables cuando estiman que han sido violados el orden o la justicia tal como ellos la conciben.

La lucha contra la expresión de las emociones desagradables no sólo es un excelente método para la observación de sí, sino que tiene otro significado.

Esta es una de las pocas direcciones en las que un hombre puede cambiar o cambiar sus hábitos sin crear otros indeseables.

Es por esto por lo que desde el comienzo la observación de sí y el estudio de sí deben estar acompañados de una lucha contra la expresión de las emociones desagradables.

Si el hombre sigue todas estas reglas al observarse a sí mismo, descubrirá una cantidad de aspectos muy importantes de su ser.

Para comenzar constatará con claridad indudable el hecho de que sus acciones, pensamientos, sentimientos y palabras, son el resultado de las influencias exteriores y que nada procede de él mismo.

Comprenderá y verá que de hecho es un autómata que actúa bajo la influencia de estímulos exteriores.

Experimentará su completa mecanicidad.

Todo sucede.

El hombre no puede «hacer» nada; es una máquina gobernada desde el exterior por choques accidentales.

Cada choque llama a la superficie a uno de sus «yoes».

Con un nuevo choque este «yo» desaparece y otro ocupa su lugar.

Un pequeño cambio en el mundo circundante y he aquí nuevamente otro «yo».

Desde este momento el hombre comenzará a comprender que no tiene el menor poder sobre sí mismo, que nunca sabe lo que puede decir o hacer al minuto siguiente y que no puede responder de sí mismo ni siquiera por algunos, instantes.

Se convencerá de que si permanece tal cual es y no hace nada extraordinario, se debe simplemente a que no se produce ningún cambio exterior extraordinario.

Se convencerá de que sus acciones están totalmente gobernadas por las condiciones exteriores y que no hay en él nada permanente de donde pueda proceder un control, ni una sola función permanente, ni un solo estado permanente."

Había varios puntos en las teorías psicológicas de Gurdjeff que suscitaron particularmente mi interés.

El primero era la POSIBILIDAD DE UN CAMBIO DE SÍ, a saber que el hombre desde que comienza a observarse de la manera adecuada, comienza por esto mismo a cambiar y ya no puede estar satisfecho de sí.

El segundo punto era la necesidad de "no expresar las emociones desagradables".

Sentí de inmediato que aquí se escondía algo muy grande y el futuro me dio la razón, porque el estudio de las emociones y el trabajo sobre las emociones se tornó la base del desarrollo ulterior de todo el sistema.

Ouspensky

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