EL ENSUEÑO, LOS HÁBITOS Y LAS EMOCIONES NEGATIVAS
La imaginación es una de las principales causas del
trabajo equivocado de los centros.
Cada centro tiene su propia forma de imaginación y de
ensueño, pero por lo general el centro motor y el centro emocional se sirven
ambos del centro intelectual, siempre listo éste a cederles su lugar y a
ponerse a su disposición para este fin, porque el ensueño corresponde a sus
propias inclinaciones.
El ensueño es absolutamente lo contrario de una actividad
«útil». «Útil» en este caso significa: dirigida hacia una meta definida y
emprendida para un resultado definido.
El ensueño no tiende a ningún fin, no se esfuerza hacia
ninguna meta.
La motivación del ensueño se encuentra siempre en el
centro emocional o en el centro motor.
En cuanto al proceso efectivo, éste es tomado a su cargo
por el centro intelectual.
La tendencia a soñar se debe en parte a la pereza del
centro intelectual, es decir a sus tentativas por evitarse todo esfuerzo ligado
a un trabajo orientado hacia una meta definida y que tenga una dirección
definida, y por otra parte a la tendencia de los centros emocional y motor a
repetirse, a guardar vivas o a reproducir experiencias agradables o
desagradables, ya vividas o imaginadas.
Los ensueños penosos, mórbidos, son característicos de un
desequilibrio de la máquina humana.
Después de todo, se puede comprender el ensueño cuando
presenta un carácter agradable, y se le puede encontrar una justificación
lógica.
Pero el ensueño de carácter penoso es un completo absurdo.
Sin embargo, muchas personas pasan nueve décimos de su
existencia imaginando toda clase de acontecimientos desagradables, todas las
desgracias que pueden recaer sobre ellos y sobre su familia, todas las
enfermedades que pueden contraer, y todos los sufrimientos que tal vez tendrán
que soportar.
La «imaginación» y el «ensueño» son ejemplos del
funcionamiento equivocado del centro intelectual.
La observación de la actividad de la imaginación y del
ensueño, constituye una parte muy importante del estudio de sí.
LOS HÁBITOS
Después la observación tendrá que enfocarse sobre los
hábitos en general.
Todo hombre adulto es un tejido de hábitos, si bien, en
la mayoría de los casos, no se da la menor cuenta de ello y pudiera aun afirmar
que no tiene hábito alguno. Esto nunca puede ser así.
Los centros están
repletos de hábitos y un hombre jamás puede conocerse hasta haber estudiado todos
sus hábitos.
La observación y estudio de éstos es particularmente
difícil porque para verlos y «constatarlos», es necesario escapar de ellos,
liberarse de ellos aunque sea tan sólo por un momento.
Mientras un hombre está gobernado por un hábito
determinado, no puede observarlo; pero desde su primer intento de combatirlo,
por débil que éste sea, lo siente y repara en él. Por eso, para observar y
estudiar los hábitos es necesario tratar de luchar contra ellos.
Esto nos abre una vía práctica para la observación de sí.
He dicho anteriormente que al principio un hombre no puede cambiar
nada en sí mismo, que sólo puede observar y «constatar».
Es verdad.
Pero es igualmente cierto que un hombre no puede observar
ni «constatar» nada si no trata de luchar consigo mismo, es decir, contra sus
hábitos.
Al principio, esta lucha no puede dar resultados inmediatos; no puede
conducir a ningún cambio permanente o duradero.
Pero permite saber a qué atenerse.
Sin lucha un hombre no puede ver de qué está hecho.
La lucha contra los pequeños hábitos es muy difícil y
fastidiosa, pero sin ella es imposible la observación de sí.
Desde su primera tentativa de estudiar su actividad
motriz elemental, el hombre tropieza con sus hábitos.
Por ejemplo, puede querer estudiar sus movimientos, puede
querer observar cómo camina.
Pero nunca lo logrará por más de un instante, si sigue
funcionando de la manera habitual.
En cambio, si comprende que su manera de caminar está
constituida por un cierto número de hábitos: pasos de cierta longitud, un
cierto porte, etc., y si trata de cambiarlos, es decir caminar más o menos
rápido, alargar más o menos el paso, será capaz de ver en sí mismo y estudiar
sus movimientos mientras camina.
Si un hombre quiere observarse mientras escribe, debe
tomar nota de la manera en que sostiene la pluma y tratar de tomarla de otro
modo; entonces se hace posible la observación.
Para observarse un hombre debe tratar de no caminar de
manera habitual, de sentarse en forma desacostumbrada, debe permanecer de pie
cuando normalmente se sienta, sentarse cuando está acostumbrado a estar de pie,
realizar con la mano izquierda los movimientos que acostumbra hacer con la mano
derecha y viceversa.
Todo esto le permitirá observarse y estudiar los hábitos
y asociaciones del centro motor.
LAS EMOCIONES NEGATIVAS
En el dominio de las emociones es muy útil tratar de
luchar contra el hábito de dar expresión inmediata a las emociones
desagradables.
Muchas personas encuentran muy difícil evitar expresar
sus sentimientos acerca del mal tiempo.
Les es aún más difícil guardar para sí las emociones
desagradables cuando estiman que han sido violados el orden o la justicia tal
como ellos la conciben.
La lucha contra la expresión de las emociones
desagradables no sólo es un excelente método para la observación de sí, sino
que tiene otro significado.
Esta es una de las pocas direcciones en las que un hombre
puede cambiar o cambiar sus hábitos sin crear otros indeseables.
Es por esto por lo que desde el comienzo la observación
de sí y el estudio de sí deben estar acompañados de una lucha contra la
expresión de las emociones desagradables.
Si el hombre sigue todas estas reglas al observarse a sí
mismo, descubrirá una cantidad de aspectos muy importantes de su ser.
Para comenzar constatará con claridad indudable el hecho
de que sus acciones, pensamientos, sentimientos y palabras, son el resultado de
las influencias exteriores y que nada procede de él mismo.
Comprenderá y verá que de hecho es un autómata que actúa
bajo la influencia de estímulos exteriores.
Experimentará su completa mecanicidad.
Todo sucede.
El hombre no puede «hacer» nada; es una máquina gobernada
desde el exterior por choques accidentales.
Cada choque llama a la superficie a uno de sus «yoes».
Con un nuevo choque este «yo» desaparece y otro ocupa su
lugar.
Un pequeño cambio en el mundo circundante y he aquí
nuevamente otro «yo».
Desde este momento el hombre comenzará a comprender que
no tiene el menor poder sobre sí mismo, que nunca sabe lo que puede decir o
hacer al minuto siguiente y que no puede responder de sí mismo ni siquiera por
algunos, instantes.
Se convencerá de que si permanece tal cual es y no hace
nada extraordinario, se debe simplemente a que no se produce ningún cambio
exterior extraordinario.
Se convencerá de que sus acciones están totalmente gobernadas
por las condiciones exteriores y que no hay en él nada permanente de donde pueda
proceder un control, ni una sola función permanente, ni un solo estado
permanente."
Había varios puntos en las teorías psicológicas de Gurdjeff
que suscitaron particularmente mi interés.
El primero era la POSIBILIDAD DE UN CAMBIO DE SÍ, a saber
que el hombre desde que comienza a observarse de la manera adecuada, comienza
por esto mismo a cambiar y ya no puede estar satisfecho de sí.
El segundo punto era la necesidad de "no expresar
las emociones desagradables".
Sentí de inmediato que aquí se escondía algo muy grande y
el futuro me dio la razón, porque el estudio de las emociones y el trabajo
sobre las emociones se tornó la base del desarrollo ulterior de todo el
sistema.
Ouspensky
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