lunes, 30 de julio de 2012

EL PENSAMIENTO CRISTALIZADO



EL PENSAMIENTO CRISTALIZADO

Los pensamientos cristalizados forman “LAS ACTITUDES”.

Si una persona piensa continuamente de cierta manera, todos esos pensamientos CRISTALIZAN EN UNA “ACTITUD”.

Supongamos que usted siempre pensó que no le prestaban la atención que merecía.

Se ha identificado con ese pensamiento miles y miles de veces.

Con el tiempo esos miles de pensamientos similares llegan a formar un sólido depósito en la mente.

Esto se llama cristalización.

Tal cristalización de pensamientos similares forma una “actitud”, de modo que tiene en usted una “actitud” hacia las demás personas que ha sido formada por haber pensado una y otra vez que los otros no le prestan la atención debida.

Convendrá conmigo que tal cristalización que forma esta "actitud" particular no es infrecuente y puede observarse en muchas personas que conoce.

Muy bien, pero ¿y usted?

En El Trabajo hay que empezar siempre consigo mismo.

¿Acaso lo ha observado obrar silenciosamente en su propia vida?

Es causa de mucha infelicidad tanto para usted como para los otros.

Es componente muy poderoso de esa forma de consideración interna llamada EL HACER CARGOS HACIA LOS OTROS.

Devora nuestra fuerza todos los días y así produce una secreta enfermedad interior del espíritu.

Hace que uno sea extremadamente susceptible o quisquilloso o cambiante o produce manifestaciones similares de debilidad.

Pero además de todos los males que su presencia pone de manifiesto en nuestra vida psíquica —y asimismo en nuestra vida somática o corporal— el mayor mal al que está ligado, es el de sernos inaccesible, obrando silenciosamente en las tinieblas que están mas allá de nuestra conciencia.

Pues bien, tenemos aquí una de las varias dificultades de la Primera Línea de Trabajo, que es el trabajar sobre si, empezando con la auto-observación.

Esta es la dificultad: uno llega a darse cuenta y nota ocasionalmente las cualidades de algunos de nuestros pensamientos.

Si mas tarde una persona aprende a concentrarse, por lo cual quiero decir llegar a aquietarse en sí misma, permanece entonces inmóvil en medio del carrusel y es testigo de una extraordinaria multitud, de la cual muchos son sub humanos y casi siempre grotescos y deformados, o simplemente malvados.

Esos son los pensamientos sobre los cuales una persona está por lo general montada.

Si se identifica con uno de ellos se aparta del centro y gira en redondo —esto es, ella y el pensamiento llegan a ser uno y entonces dice: "yo pienso".

PERO SI NO PUEDE OBSERVAR cada vez más los diversos pensamientos que le llegan y por ese método PODER EXTRAER DE ELLOS cada vez más el sentimiento de yo, no puede llegar a observar una “actitud”.

Esta es la dificultad.

Una vez que un sistema de pensamientos similares ha llegado a cristalizarse en una “actitud” ya no es más directamente observable.

Ha llegado a formar parte de una persona y actúa invisible y automáticamente sin que se entere de ello.

Ahora bien, un pensamiento no la hace necesariamente actuar, pero una “actitud” sí.

En el ejemplo dado, dicha persona no seguirá pensando que no le prestan la atención que merece, pero seguirá actuando como si fuera así y haga lo que hiciere no detendrá esa actitud que no solo la impulsa a actuar de cierta manera sino que LE EXTRAE DIARIAMENTE SU FUERZA.

El secreto de su poder reside en su situación —esto es, opera un poco mas allá del alcance de nuestra auto-observación directa—.

ESTA FUERA DE LA REDUCIDA AREA DE CONCIENCIA EN LA QUE SE MORA DE COSTUMBRE EN LA VIDA.

En suma, nos es inaccesible tal como son las cosas, esto es, mientras sigamos aferrados al sentimiento corriente de uno mismo que es lo mismo que permanecer (a toda costa) en la pequeña área de conciencia donde se mora internamente.

Pero una SINCERA práctica de la auto-observación lleva gradualmente a la conciencia las cosas que están en las sombras y estas, a su vez, HACEN SALIR las cosas que permanecen en las tinieblas.

Si se empieza a acrecentar la conciencia de uno mismo mediante la observación de lo que es accesible, luego, al cabo de un tiempo (segun nuestra capacidad de aguantar un choque) UNO LLEGA A DARSE CUENTA de la existencia de uno mismo —nuestro modo de ser psíquico—, de las cosas que no nos atribuíamos a nosotros mismos sino solo a los otros.

Recuerden que proyectamos a los otros aquello de lo cual no somos conscientes en nosotros mismos —un encantador artificio al cual todos apelamos y que tanto contribuye a “la paz" y "armonía” de la vida humana en nuestro planeta.

Ahora bien, tenemos aquí otro ejemplo de pensamientos cristalizados.

Supongamos que una persona ha empezado a pensar en una temprana etapa de su vida que la gente no gusta de ella.

Se ha entregado libremente a ese pensamiento y sin traba alguna.

Ha tenido el mismo pensamiento una y otra vez, año tras año, hasta que ha cristalizado en una “actitud”.

Es ahora una persona que ha logrado mucho éxito, rodeada de amigos que la quieren.

Pero hay en ella algo que anda mal, una mirada triste, lejana, una queja.

La “actitud” está obrando en secreto, extrayendo su fuerza, sin que lo sepa.

Pues bien, hay una cosa curiosa en lo relativo a la “actitud”.

Como dije, una persona puede observar sus pensamientos pero no sus “actitudes”: asimismo un pensamiento no la hace necesariamente actuar, pero una “actitud” siempre la hace, sin que se dé cuenta en absoluto de ello.

Dicha persona suspira, tiene una mirada triste, lejana; o actúa como si la hubieran agraviado, o parece sorprendida cuando se le da algo, etc.

Todo ello es causado por la “actitud” que obra en el trasfondo de su personalidad.

Las “actitudes” escondidas la hacen actuar mecánicamente —en suma, hacen que suspire, que parezca desdichada, que actúe como si la hubiesen abandonado, y así sucesivamente— aunque no haya razón exterior alguna para que esto sea así.

La consume.

Le extrae su fuerza, como el gusano devora en secreto la rosa.

La “actitud” ejerce su maligno poder desde su oscura morada.

A menudo la acompañan exquisitas formas de auto-conmiseración.

Es en verdad uno de los poderes de las tinieblas.

Esta clase de sufrimiento inútil es extremadamente común.

Extrae enormes cantidades de fuerza de la humanidad.

Maurice Nicoll

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