EL RECUERDO DE SI
Un día, al comienzo de una reunión, Gurdjeff nos pidió
contestar por turno a esta pregunta:
¿Qué era lo más importante que habíamos notado durante
nuestras observaciones?"
Algunos dijeron que durante sus tentativas de observación
de sí, lo que habían sentido con más fuerza era un flujo incesante de
pensamientos que les había sido imposible detener.
Otros hablaron de su dificultad en distinguir el trabajo
de un centro del trabajo de otro centro.
En cuanto a mí, evidentemente no había comprendido del
todo la pregunta, o más bien contesté a mis propios pensamientos.
Expliqué que lo que me había impresionado más fuertemente
en el sistema era la interdependencia de todos sus elementos — estaban ligados
entre sí de tal manera que formaban un solo todo "orgánico"— y el
significado enteramente nuevo para mí que ahora tomaba la palabra conocer, que
ya no solamente quería decir conocer tal o cual aspecto, sino la relación entre
este aspecto y todos los otros.
Gurdjeff estaba visiblemente descontento con nuestras
respuestas.
Yo había comenzado a adivinar que en tales circunstancias
esperaba de nosotros testimonios de algo bien definido que se nos había
escapado o que no habíamos podido asimilar.
—Hasta ahora, dijo él, ninguno de ustedes ha captado la
importancia capital del punto que, sin embargo, yo les había señalado.
Ustedes siempre se olvidan, nunca se acuerdan de sí
mismos. (Pronunció estas palabras con una insistencia especial.)
Ustedes no se sienten a sí mismos; no son conscientes de
sí mismos.
En ustedes, «se observa», o bien «se habla», «se piensa»,
«se ríe»; ustedes no sienten: «Soy yo el que observa, yo observo, yo noto, yo
veo.»
Todo se nota por sí solo, se ve por sí solo...
Para llegar a observarse realmente, ante todo hay que
recordarse a sí mismo (insistió de nuevo).
Traten de recordarse a sí mismos cuando observen, y más
tarde me dirán lo que ha pasado, cuál ha sido el resultado.
Tan sólo tienen valor los resultados obtenidos durante el
recuerdo de sí.
De otra manera, ustedes mismos no existen en sus
observaciones.
Y en este caso, ¿qué valor pueden tener?"
Estas palabras de Gurdjeff me hicieron reflexionar mucho.
De inmediato me pareció que eran LA LLAVE de todo lo que
había dicho antes sobre la conciencia.
Sin embargo, decidí no sacar de ellas conclusión alguna,
sino solamente tratar de recordarme a mí mismo mientras me observaba.
Desde las primeras tentativas, pude ver cuán difícil era
esto.
Al comienzo, las tentativas de recuerdo de sí no me
dieron ningún resultado, pero me mostraron que de hecho nunca nos recordamos a
nosotros mismos.
— ¿Qué más quiere usted? dijo Gurdjeff
COMPRENDER ESTO TIENE EN SÍ UNA IMPORTANCIA CAPITAL.
Los que saben esto ya saben mucho.
Todo el problema es que nadie lo sabe.
Si usted le pregunta a alguien si puede recordarse a sí
mismo, naturalmente le contestará que sí.
Si le dice que no puede recordarse a sí mismo, se enojará
o pensará que usted está loco.
Toda la vida está basada en esto, toda la existencia
humana, toda la ceguedad humana.
Si un hombre sabe realmente que no puede recordarse a sí
mismo, ya está cerca de una comprensión de su ser."
Todo lo que decía Gurdjeff, todo lo que yo pensaba y
sobre todo lo que me habían mostrado mis tentativas de "recordarme a mí
mismo" me convencieron muy rápidamente de que me encontraba en presencia
de un problema enteramente nuevo que hasta ahora la ciencia y la filosofía
habían descuidado.
Pero antes de hacer deducciones, trataré de describir mis
tentativas de "recordarme a mí mismo".
Mi primera impresión fue que los ensayos de recuerdo de
sí, o de ser consciente de sí, de decirse: Soy yo el que camina, soy yo el que
hace esto, al tratar continuamente de experimentar la sensación de este yo —
detenían los pensamientos.
Cuando tenía la sensación de mí, ya no podía ni pensar ni
hablar: las mismas sensaciones se oscurecían.
Por eso no se puede "recordarse a sí mismo" de
esta manera sino por algunos instantes.
Yo había ya hecho ciertos experimentos en "detener
el pensamiento" del tipo de aquellos que son mencionados en libros.
Los primeros ensayos de "recuerdo de sí" me
hicieron recordar mis tentativas anteriores.
En efecto, ambas experiencias eran casi idénticas, con la
única diferencia de que al detener los pensamientos la atención está totalmente
orientada hacia el esfuerzo de no admitir pensamientos, mientras que en el acto
del "recuerdo de sí" la atención se divide: una parte se dirige hacia
el mismo esfuerzo, otra hacia LA SENSACIÓN DE SÍ.
Esta última experiencia me capacitó para llegar a una
cierta definición, posiblemente muy incompleta, del "recuerdo de sí",
que sin embargo probó ser muy útil en la práctica.
Yo hablo del recuerdo de sí, en lo que se refiere a la
división de la atención: siendo ésta su rasgo característico.
Me la representé de la siguiente manera:
Cuando observo algo, mi atención está dirigida hacia lo
que observo.
Yo ——————————————
el fenómeno observado.
Cuando, al mismo tiempo, trato de recordarme a mí mismo,
mi atención está dirigida a la vez hacia el objeto observado y hacia mí mismo.
Yo <———————————————> el fenómeno observado.
Habiendo definido esto, vi que el problema consistía en
dirigir la atención sobre uno mismo sin permitir que se debilite o se eclipse
la atención dirigida sobre el fenómeno observado.
Más aún, este "fenómeno" podía estar tanto
dentro de mí como fuera de mí.
Las primeras tentativas de hacer tal división de la
atención me mostraron su posibilidad.
Al mismo tiempo hice otras dos comprobaciones.
En primer lugar vi que el "recuerdo de sí"
resultante de este método no tenía nada en común con la
"introspección", o el "análisis".
Se trataba de un estado nuevo y muy interesante, con un
sabor extrañamente familiar.
En segundo lugar comprendí que momentos de recuerdo de sí
ocurren de hecho en la vida, aunque raras veces, y que sólo la producción
deliberada de estos momentos creaba LA SENSACIÓN DE NOVEDAD.
Yo había tenido además la experiencia de tales momentos
desde mi más temprana infancia.
Llegaban, ya sea cuando me encontraba en circunstancias
nuevas o inesperadas, en lugares nuevos, entre extraños, por ejemplo durante un
viaje; uno súbitamente mira a su alrededor y se dice: "¡Qué extraño! ¡Yo,
y en este lugar!", o en momentos muy emocionales, en momentos de peligro,
en momentos en que es necesario conservar la cabeza, cuando uno oye su propia
voz y se ve y se observa a sí mismo desde afuera.
Vi muy claramente que los primeros recuerdos de mi vida,
que en mi propio caso eran muy tempranos, habían sido momentos de
"recuerdo de sí".
Y en el mismo instante tuve la revelación de muchas otras
cosas.
De esta manera pude darme cuenta que no me acordaba
realmente, sino de los momentos en que me había recordado a mí mismo.
De los otros momentos sólo sabía que habían transcurrido.
No era capaz de revivirlos enteramente, ni
experimentarlos de nuevo.
Pero los momentos en que me había "recordado a mí
mismo" estaban vivos y no diferían en manera alguna del presente.
Aún temía el llegar demasiado rápido a conclusiones, pero
ya veía que me encontraba en el umbral de un gran descubrimiento.
Siempre me había asombrado ante la debilidad y la
insuficiencia de nuestra memoria.
¡Son tantas las cosas que desaparecen y que son
olvidadas!
ME PARECÍA QUE TODO EL ABSURDO DE NUESTRA VIDA TENÍA COMO
BASE ESTE OLVIDO.
¡Para qué atravesar por tantas experiencias para luego
olvidarlas!
Además, había algo degradante en esto.
Un hombre siente algo que le parece muy grande, piensa
que nunca lo olvidará: pasan uno o dos años — y de ello nada queda.
Se me hizo claro entonces por qué esto era así y por qué
no podía ser de otro modo.
Si nuestra memoria realmente mantiene vivos sólo los
momentos de recuerdo de sí, entonces resulta claro por qué ésta es tan pobre.
Tales fueron mis experiencias de los primeros días.
Más tarde, cuando comencé a aprender a dividir mi
atención vi que el "recuerdo de sí" producía sensaciones maravillosas
que no venían por sí solas, sino muy raras veces y en condiciones
excepcionales.
Así, por ejemplo, me gustaba mucho en ese entonces vagar
por San Petersburgo en la noche y "sentir la presencia" de las casas
y de las calles.
San Petersburgo está lleno de estas extrañas sensaciones.
Todo tenía vida.
Yo no pensaba en nada, simplemente caminaba mirando a mí
alrededor y tratando de "recordarme a mí mismo"; las sensaciones
venían por sí solas.
De este modo iba a hacer luego muchos otros
descubrimientos.
Pero de esto hablaré más adelante.
Algunas veces el "recuerdo de sí" no tenía
éxito; en otros momentos estaba acompañado de curiosas observaciones.
En cierta oportunidad estaba caminando a lo largo de la
Liteiny hacia la avenida Nevsky y a pesar de todos mis esfuerzos no era capaz
de mantener mi atención en el "recuerdo de mí mismo".
La bulla, el movimiento, todo me distraía.
A cada instante perdía el hilo de mi atención, lo
encontraba de nuevo y luego lo volvía a perder.
Finalmente sentí una especie (de ridícula irritación
conmigo mismo y doblé hacia la calle de la izquierda, firmemente decidido, esta
vez, a recordarme a mí mismo al menos por algún tiempo, y en todo caso hasta
que hubiera llegado a la calle siguiente.
Llegue a la Nadesjdinskaya sin perder el hilo de mi
atención salvo, quizás, por breves momentos.
Entonces, dándome cuenta de que me era más fácil no
perder la línea de mi pensamiento en las calles tranquilas y deseando probarme
en las calles más ruidosas, decidí retomar la Nevsky, mientras continuaba
recordándome a mí mismo.
Llegué a la Nevsky sin haber cesado de recordarme a mí
mismo y comenzaba ya a experimentar el extraño estado emocional de paz interior
y de confianza que sigue a grandes esfuerzos de esta clase.
Justamente a la vuelta de la esquina, en la Nevsky, había
una cigarrería donde compraba mis cigarrillos.
Todavía recordándome a mí mismo pensé pasar por ahí y
encargar algunas cajas.
Dos horas más tarde, desperté en la Tavrisheskaya, es
decir, muy lejos.
Estaba yendo en un trineo hacia la imprenta.
LA SENSACIÓN DE DESPERTAR FUE EXTRAORDINARIAMENTE VIVIDA.
Casi puedo decir que volvía en mí.
De golpe recordé todo.
Cómo había estado caminando a lo largo de la
Nadejdinskaya, cómo había estado recordándome a mí mismo, cómo había pensado en
los cigarrillos y cómo, en este pensamiento, había caído como anonadado en un
profundo sueño.
Sin embargo, mientras estaba sumido en este sueño, había
continuado ejecutando acciones coherentes y oportunas.
Había salido de la cigarrería, telefoneado a mi
departamento en la Liteyni y luego al impresor.
Había escrito dos cartas.
Luego había regresado a la casa nuevamente y retomado la
Nevsky por la acera izquierda hasta la puerta Gostinoy con intención de llegar
a la Offitzerskaya.
Luego había cambiado de opinión porque se estaba haciendo
tarde.
Había tomado un trineo para ir a la imprenta en la
Kavalergardskaya.
Y por el camino, mientras me dirigía por la Tavricheskaya
comencé a sentir una extraña inquietud, como si hubiese olvidado algo.
Y DE PRONTO ME ACORDÉ DE QUE HABÍA OLVIDADO RECORDARME A
MÍ MISMO.
Hablé acerca de mis observaciones y deducciones a las
personas de nuestro grupo así como a varios amigos y otros.
Les dije que éste era el centro de gravedad de toda la
enseñanza y de todo trabajo sobre uno mismo; que ahora, el trabajo sobre sí ya
no era una palabra, sino un hecho real, pleno de significación, gracias al cual
la psicología se convertía en una ciencia exacta y al mismo tiempo práctica.
Dije que la psicología occidental había pasado por alto
un hecho de una importancia prodigiosa, es decir, que no nos recordamos a
nosotros mismos; que vivimos, actuamos y razonamos en un sueño profundo, en un
sueño que no tiene nada de metafórico sino que es absolutamente real, y sin
embargo, que podemos recordarnos a nosotros mismos si hacemos los esfuerzos
suficientes: que podemos despertarnos.
Ouspensky
Gracias! buena cita! En qué libro está?
ResponderEliminarFragmentos de una enseñanza desconocida.
ResponderEliminarToo late ?
ResponderEliminarEstoy perdido hace mucho quiero recuperar mi poder mis ganas de vivir el control la capacidad la naturaleza la vida entera la nocion de todo
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