LA CONSIDERACION EXTERNA. PARTE -IV-
CONSIDERACION INTERNA Y CONSIDERACION EXTERNA IV
Cuando se siente que alguien no se ha comportado bien con
uno, se siente que no han estimado el propio valor.
Por ejemplo, sentirse insultado es sentir que no lo
estiman por su propio valor.
Por eso la gente dice muchas veces, cuando es insultada:
"¿Sabe usted quien soy yo?", o algo semejante.
Esto significa que una persona se ha forjado cierta
valoración de sí misma, de modo que dice:
"¿Sabe usted quien soy yo?", queriendo decir
que si la otra persona lo supiera, no se atrevería a portarse como lo hace.
Desde luego, si uno se forja una imagen de su propia
persona que tiene escaso o ningún valor, esta pregunta no lo trastornara tan
fácilmente.
Si la estimación que se tiene de sí es muy grande,
entonces es más fácil sentir que los otros no lo estiman por el propio valor.
Por eso la consideración interior se torna más fácil.
Una persona puede llegar al punto de preocuparse tanto
por ser tratada bien por los otros, y sospechar siempre que los otros se están RIENDO
de ella, que toda su vida está comprometida en la consideración interna.
O también, algunas personas, se creen superiores a las
otras debido a sus sufrimientos.
La gente se apega a sus sufrimientos y llega a
considerarse a sí misma merecedora de una valoración especial por haber sufrido
toda clase de penurias, miserias y padecimientos.
Se ofenden si otra persona comienza a hablar de sus
sufrimientos.
Sienten que la otra persona no tiene la debida
consideración para con ellas y que esto es prueba de egoísmo.
Les cuesta darse cuenta que las otras personas tienen
también sus propios sufrimientos.
Ni tampoco se dan cuenta de que cuando ven el egoísmo en
los otros lo que ven es el reflejo de su propio egoísmo, porque cuanto más
exigen de los otros, más egoístas le parecerán.
¿Qué es lo que provoca en nosotros la consideración
interior? Hagamos esta pregunta:
"¿En qué punto, o donde, se empieza a hacer
cuentas?"
Se empieza a hacerlo al sentir que no se es apreciado en
debida forma, al sentirse subestimado.
El camarero no acude cuando se lo llama.
El dependiente del almacén sirve primero a otra persona.
Quizá, en la calle la gente no se fija en nosotros, o,
digamos, por lo general no nos presta suficiente atención.
O, al parecer, alguien persiste en ignorarnos.
O quizá lleguemos a enterarnos de lo que alguien dijo de
nosotros, lo cual es casi siempre desagradable.
Hay mil y un ejemplos posibles, más o menos serios.
Los incidentes nimios nos desconciertan fácilmente, el
camarero, el dependiente del almacén.
Forman pequeñas cuentas y con el tiempo suelen
transformarse en HÁBITO.
Pero tenemos toda clase de viejas cuentas que cobrar a
los otros, algunas ya almacenadas en el pasado, desdichadamente para nosotros.
Todas comienzan con la misteriosa cuestión de la propia
valoración de sí.
Una persona capaz de observarse a sí misma podría
exclamar:
"¿Qué es aquello que en mí se ofende en este
momento?"
Lo observo trabajando en mí y recogiendo materiales y
comenzando a recordar cosas desagradables y encontrando palabras y frases que
serán utilizadas contra la otra persona para que sienta que yo la subestimo, en
efecto, para que se dé cuenta que no vale nada.
¿Es una imagen de mi mismo?
¿Es un "Yo" imaginario?
¿Es una falsa personalidad?
¿O que hay en el fondo de todo ello?
La respuesta es que uno se identifica consigo mismo.
Todas las formas de consideración interior, una de las
cuales es culpar a otra persona, pertenecen a la identificación.
El Trabajo dice que debemos estudiar la identificación
hasta sus mismas raíces.
Un hombre únicamente se ofende donde está identificado
consigo mismo.
Y el Trabajo dice asimismo que el estudio de la
identificación debe comenzar con el estudio de donde se está identificado consigo
mismo.
Es allí donde es posible desconcertarse, sentirse herido,
ofendido, insultado.
Primero viene el estar identificado consigo mismo,
segundo el estar desconcertado y ofendido, tercero el echar cuentas interiores.
Maurice Nicoll
No hay comentarios:
Publicar un comentario