LA CONSIDERACION EXTERNA. PARTE –VII-
CONSIDERACION INTERNA Y CONSIDERACION EXTERNA VII
SOBRE SER PASIVO (1)
Se dijo la ultima vez, en relación con la consideración
externa, que es necesario ser pasivo hacia otra persona.
Hoy hablaremos sobre el significado que tiene en el
Trabajo el ser pasivo.
¿Cuál es el tema principal del Trabajo en lo que respecta
a su lado práctico —es decir, en lo que concierne al trabajo sobre si?
¿Y a este respecto que significa el cambio interior?
El trabajo practico sobre si es encauzado de tal modo que
lo que en uno es en este momento activo se vuelve pasivo, y lo que es en este
momento pasivo se vuelve activo.
La personalidad, que es activa, debe llegar a ser pasiva
de modo que la esencia, que es pasiva, se convierta en activa.
Esta es la idea principal del trabajo práctico sobre si.
El Trabajo es una segunda educación.
Ante todo la vida debe desarrollar la personalidad de un
modo tal que rodee a la esencia.
Esta es la primera educación.
Luego, si un hombre desea proseguir su desarrollo, la
personalidad debe llegar a ser pasiva de modo que la esencia pueda crecer y
llegar a ser activa.
Así se ve que tiene lugar gradualmente una inversión.
Primeramente, un niño solo nace con la esencia, que es
activa.
Luego la vida forma la personalidad en torno de la
esencia, y la personalidad es activa.
Esta situación no experimentara cambio alguno a menos que
un hombre empiece a trabajar sobre si.
Si lo hace, la personalidad llegara a ser gradualmente
pasiva y la esencia activa.
De este modo hay tres orientaciones posibles: primero, en
el niño, la esencia es activa; segundo, en el adulto, la personalidad es
activa; y tercero, en el caso de un hombre que trabaja sobre si, la
personalidad es pasiva y la esencia es activa.
Todo el fin del Trabajo finca en hacer que la
personalidad adquirida sea pasiva.
En el sentido de Trabajo llegar a ser pasivo significa el
trabajo interior sobre la personalidad.
Significa una eventual separación de la personalidad.
Por la acción de la vida se ha formado en cada uno de
nosotros una cosa compleja y compuesta de varias partes llamada personalidad.
Ha sido formada por la imitación, por la costumbre, por
la influencia del periodo en que se creció, por ejemplo, por fantasías que
derivan de las novelas, de los dramas, de los filmes, por la atracción, por el
culto de los héroes, y por mil y una otras influencias que actúan sobre
nosotros desde el exterior y entran a través de los sentidos externos, desde la
vida exterior.
Todo ello forma el lado adquirido de nosotros y es
llamado, por lo general, personalidad.
La esencia es la cosa con la cual se nació: la
personalidad es lo que se adquiere.
Y asimismo aquello con lo cual se nació es cambiado por
todas las cosas que se adquieren, se aceptan, se consienten y se cree en ellas
y se identifica con ellas.
Por lo tanto una nueva persona crece en torno de la
esencia original.
Esta es la personalidad.
Y todo ello debe tener lugar porque la esencia por sí
misma no puede crecer más allá de cierto límite.
Un hombre no puede crecer directamente desde la esencia.
Esta es una de las cosas extrañas que enseña El Trabajo.
Ahora bien, a consecuencia de la formación de la
personalidad el centro de gravedad de la conciencia se traslada desde la
esencia (en la infancia) a la personalidad adquirida debido a las
circunstancias peculiares en que se es educado y a las cosas particulares que
lo han interesado por una parte, o han atraído su vanidad por la otra.
De este modo, por así decirlo, se pierde la base original
y se llega a ser algo adquirido, algo inventado.
El sentimiento del "Yo" pasa exteriormente a
toda clase de sentimientos que derivan de la vida.
Un hombre ya no conserva una verdadera estabilidad interior
cuando su sentimiento de si deriva de la vida.
Es decir, siempre teme que algo pueda sucederle, o a su
fortuna, o a su posición, o a su reputación.
Ello se debe a que se identifica con todo lo que la vida
ha formado en él y significa que solo se siente a sí mismo a través de la
personalidad.
Pero cabe la posibilidad de otros sentimientos de sí que
no deriven de la vida y la personalidad, y esos sentimientos procuran a un
hombre un sentido de estabilidad que nada que le sea exterior puede quitarle.
Y es desde esos sentimientos como un hombre empieza a
sentirse libre, porque no depende de nada que este fuera de él, y por eso nada
puede serle arrebatado.
Tal hombre deja de ser un esclavo de las cosas
exteriores.
Hablaremos ahora de su niñez, cuando ingreso en el primer
equipo de su escuela.
Empezó entonces a sentirse a si mismo exteriormente
debido a este hecho y a llevar la gorra que le procuraba este sentimiento.
Llego a ser un hombre en el primer equipo y este era su
mayor sentimiento de "Yo".
Luego lo expulsan del equipo.
! Que tragedia!
Todo ello es NECESARIO en relación con la primera
educación.
De este modo llega a ser esto o aquello, en la vida, tal
como debe y es preciso que haga.
Logra este o aquel éxito y triunfo y así sucesivamente, y
debe hacerlo.
Es una especie de adiestramiento.
Al comienzo es muy necesario.
Todo ello forma sentimientos de si en la personalidad,
que, en resumidas cuentas, vive mediante la comparación con los otros.
Es decir, por ejemplo, siente en sí mismo una perdida en
presencia de una persona que lleva una gorra más distinguida.
Lo vuelvo a repetir, todo ello es muy necesario, pero
proporciona un centro equivocado de gravedad.
Supongamos que llega a ser un gran actor o un gran
boxeador.
No escuchara de buen grado los elogios que se hacen a
otro actor u otro boxeador.
¿Por qué?
Porque su sentimiento del "Yo" deriva de la
personalidad y siente la pérdida del "Yo", una pérdida del
sentimiento mismo de si, si es aventájada por alguien.
Pero todo ello prepara las ilusiones sobre el
"Yo".
Porque si tiene un vestigio o un verdadero sentimiento
del Yo, esto es imposible.
El verdadero Yo no existe ni puede existir por medio de
la comparación.
Lo comprenderá si decimos que la personalidad vive
generalmente por comparación, y basta estudiarse o estudiar a los otros a esta
luz para ver con qué facilidad cualquier persona se conmueve o sufre, y que
endeble es el sentimiento del "Yo", con el cual la gente trata de
seguir viviendo —esto es, el sentimiento del "Yo" que deriva de algún
aspecto de la personalidad.
Por el momento mantengámonos en los grandes postulados
del Trabajo que conciernen a la personalidad y la esencia.
La tercera fuerza o fuerza neutralizante de la vida hace,
y debe hacer, que la personalidad sea activa y la esencia pasiva.
Así el Trabajo dice que si se pone en contacto con la
tercera fuerza del Trabajo, que se opone a la vida, la personalidad debe llegar
a ser gradualmente pasiva para permitir que la esencia se desarrolle.
Toda evolución individual, todo verdadero desarrollo
interior de si, depende del crecimiento de la esencia.
Si una persona está llena de falsos sentimientos de
"Yo", de ideas inventadas sobre sí misma, luego no puede haber
crecimiento de la esencia.
El verdadero cambio interior es un desarrollo de la
esencia —es decir, de la parte más real y profunda de sí.
Para que ello tenga lugar, la personalidad debe llegar a
ser gradualmente pasiva.
Este es el verdadero significado de ser pasivo en el
Trabajo.
Es tornarse pasivo hacia la personalidad en sí mismo.
De modo que cuando se dice que en la verdadera
consideración externa es preciso ser pasivo, significa que se debe llegar a ser
pasivo a las reacciones de la personalidad.
Y esto exige el trabajo sobre si más consciente y mas
reconcentrado.
Es decir, requiere un estado consciente interior muy
activo.
Y no debe suponerse que somos capaces de alcanzar este
estado en un momento.
Debido a la formación de la personalidad, todos ustedes
tienen maneras características, habituales de reaccionar ante las
circunstancias y ante las otras personas.
Si no le es posible observar sus reacciones típicas, su
manera continua y mecánica de tomar las cosas y la gente, su acostumbrada
conducta estereotipada, sus siempre repetidas manifestaciones desagradables,
sus enfados y críticas, etc., claro es que ni siquiera sabe que tiene una
personalidad adquirida. Se da a sí mismo por supuesto —como una especie de
bulto solido y virtuoso.
Pero, aunque nos demos a nosotros mismos por supuestos
con tanta facilidad, no somos una y la misma persona en diferentes momentos,
tal como suponemos.
No somos firmes.
Si pudiéramos ver claramente que no somos una y la misma
persona firme siempre, no nos daríamos por supuesto tal como lo hacemos.
Una parte de nuestra vanidad y engreimiento que mantienen
unida la personalidad nos dejarían.
Es preciso recordar que la personalidad es múltiple. Está
compuesta de muchos "Yoes" diferentes y contradictorios que fueron
adquiridos.
Y contiene también toda clase de otras cosas sobre las
cuales a menudo habla el Trabajo: actitudes negativas, limitaciones, imágenes
de sí mismo, asociaciones mecánicas, canciones, discos de gramófono, formas
características de imaginación, estados negativos, formas características de
mentira y, en suma, todo cuanto el lado practico de este Trabajo nos enseña a
notar y observar en nosotros mismos a lo largo de la vida.
Una vez que el Trabajo comienza a actuar genuinamente
sobre una persona, todas estas formas de sentimiento de sí, todos esos
sentimientos de "Yo" que derivan de la personalidad, empiezan a
disolverse.
Pero a este respecto la acción del Trabajo es muy
gradual, porque el Trabajo actúa sobre la gente con mucha suavidad y solo en
cuanto a lo que cada uno de nosotros puede soportar.
Cuando se empieza a ver realmente algo en uno mismo,
significa entonces que uno puede soportarlo.
Si no se puede ver a ninguno de los "Yoes",
significa que aun no se está pronto.
Verse a sí mismo totalmente tal como se es en realidad,
sería intolerable.
Por eso la acción del Trabajo es gradual.
Regresemos ahora al significado de ser pasivo.
En su sentido más lato significa ser pasivo respecto a la
personalidad, y esto, a su vez, significa ser pasivo hacia sí mismo.
¿Es posible ser pasivo ante las objeciones que surgen
mecánicamente durante cinco minutos?
Pues bien, les aconsejo que observen como la personalidad
reacciona a todos y a todo en cada instante.
Es preciso trabajar sobre esta constante reacción
mecánica con el fin de ser pasivo hacia sí mismo.
Y esto exige un constante estado consciente de
observación de sí.
Nadie puede hacerlo por mucho tiempo.
Pero se puede practicar el ser pasivo en este sentido por
breve tiempo, digamos cinco minutos.
Es preciso observar el momento en que se empieza a
objetar interiormente —observar que reacciones surgen en uno mismo— y tratar de
ser pasivo hacia ellas, no hacia la gente que es la causa de que hayan surgido.
¿Es claro?
Es preciso ser pasivo a las propias reacciones, no a la
gente contra quien se reacciona.
Para hacerlo es preciso estar despierto interiormente y
ser capaz de ver los diferentes "Yoes" en uno y que quieren decir y
como desean obrar en ese momento.
Tratemos de aclarar este punto.
¿No comprenden que han adquirido muchas cosas en sí
mismos a las que toman como si fueran ustedes?
¿No concuerdan en que debido a la educación, la
imitación, el ejemplo, a todo cuanto les fue enseñado, tienen toda clase de
ideas, ambiciones, estimaciones, valores, juicios, expectativas, modos de
mostrar la antipatía y simpatía, maneras características de hablar y, en suma,
muchas reacciones típicas hacia la vida?
¿Y es acaso exagerado decir que todas esas reacciones
construidas y adquiridas son por lo general tomadas por ustedes como si fueran
ustedes mismos?
Las cree necesarias, claro está, o naturales, porque
piensa que están en usted.
Pero el verdadero usted, o más bien, el verdadero Yo en
usted, no son todas esas cosas a las que se aferra y a las que toma como usted
mismo.
Si toma esta sencilla base como punto de partida empezara
a comprender lo que significa ser pasivo —es decir, pasivo hacia sí mismo— o
más bien, pasivo hacia lo que siempre ha tomado como usted mismo.
Para ser pasivo hacia sí mismo, es preciso no darse por
supuesto a sí mismo.
No existe tal Yo en uno.
Cuando una persona, que está por completo identificada
con su personalidad adquirida, dice, por ejemplo, "Yo pienso esto"
"Yo pienso aquello", el Trabajo contesta: "¿Que 'Yo' está
hablando?" ¿No ve el poder de esta idea? ¿Y no puede aplicar el poder de
esta idea de Trabajo a sí mismo?
Por cierto no, si no empieza por dividirse usted mismo en
diferentes "Yoes".
Si se da a sí mismo por supuesto como algo solido, no
puede producirse en este caso la división de sí mismo y no será posible ningún
cambio.
La palabra 'Yo' le brotara de la boca a cada instante,
pero no se dará cuenta que a cada instante el que habla es un "Yo"
diferente.
Un "Yo" vocifera, otro "Yo" habla
tiernamente, y así sucesivamente.
Empero no se da cuenta de que cada "Yo" es
totalmente diferente.
Es un terrible choque para el auto-engreimiento advertir
que no hay tal Yo.
Pero a menos que esto empiece a vislumbrarse, nunca será
capaz de ser pasivo hacia sí mismo.
No puede empezar a ser pasivo hacia sí mismo a no ser que
se vea a sí mismo como muchas personas diferentes por medio de la observación
interior y sepa distinguir sus diferentes "Yoes" y en especial cual
es el "Yo" al que nunca debe permitir que se haga cargo de sí.
La próxima vez hablaremos más extensamente sobre la
identificación consigo mismo, y las diferentes formas de practicar la
separación interior.
Diré aquí que nunca se debe permitir que pierdan su
autoridad los "Yoes" que valorizan este Trabajo.
Es preciso observar los "Yoes" con los cuales
se concuerda.
No permitir en uno la compañía de gente inoportuna.
Recordar que se es una ciudad, con barrios bajos y calles
peligrosas, y también hermosas calles y buenos ciudadanos.
Recordar que se es una casa llena de sirvientes a quienes
nadie controla.
¿Acaso nuestra primera educación no nos enseño a no salir
con gente inconveniente fuera de nosotros?
Nuestra segunda educación nos enseña a no estar
acompañados por "Yoes" equivocados dentro de nosotros.
Nuestra primera educación es externa: nuestra segunda
educación es interna.
La vida no nos da la segunda educación.
Solo la enseñanza Esotérica nos imparte la segunda
educación —es decir, para quienes están BUSCANDO ALGO QUE DIFIERA DE LA VIDA.
Maurice Nicoll
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