LA MEDITACIÓN INTERNA
En la escuela del sufismo encontramos descritos los siete
grados de éxtasis por los cuales el místico alcanza el estado perfecto del
alma.
El sufismo es la escuela del éxtasis.
Allí se revela la estación del nivel con el secreto,
porque es el estado interior de la vida en Dios.
En la senda de la paz interior debemos hacer la voluntad
del Padre así en los cielos como en la tierra.
Esta conformidad con el yugo suave nos lleva por el
camino angosto, estrecho y difícil que conduce a la luz.
Todo aquel que trabaje en el magisterio del fuego, debe
aprender a meditar en las siete iglesias.
El místico debe concentrarse profundamente en el Cordero
inmolado.
El místico debe orar suplicándole al Adorable que le
despierte el chacra, disco, rueda o facultad anhelada.
Después de hecha la súplica, debe el místico buscar su
refugio en la nada.
La mente debe quedar silenciosa y quieta.
Cuando la mente está en silencio, cuando la mente está
quieta, entonces viene la iluminación, el éxtasis.
El sueño combinado con la meditación produce éxtasis.
Dios busca a la nada para llenarla.
El éxtasis tiene siete grados de poder: el primero es el
fuego que nos instruye y enseña.
El segundo es la unción sagrada, la cual es un suave
licor solar que difundiéndose por toda el alma, la enseña, corrobora y dispone
para encarnar la verdad.
El tercero es la exaltación mística del discípulo humilde
y sincero.
El cuarto es la iluminación.
El quinto es la dicha interna de la divina dulzura
emanada de la preciosa fuente del Espíritu Santo.
Este gozo es para aquellos que tienen "conciencia
continua".
El sexto es la decapitación del yo.
El séptimo es la iniciación venusta, la encarnación del
Hijo del Hombre dentro de nosotros mismos.
Existen otros grados de contemplación y éxtasis, como
son: raptos, licuefacción, deliquio, júbilo, ósculo, abrazo, transformación,
etc.
Cuando nuestra mente se sumerge en "la nada",
el Cordero entra en el alma para cenar con ella.
Esa nada es el medio para que el Bienamado obre dentro de
tu alma, despertando centros y haciendo maravillas.
Por esa nada viene el divino esposo para desposarse con
su alma, en el tálamo nupcial del paraíso.
Por este camino volvemos a la inocencia del paraíso.
El alma sumergida en esa nada, pasará con éxito los
espirituales martirios y los interiores tormentos.
Dios busca a la nada para llenarla.
La meditación interna produce cambios en nuestros cuerpos
internos.
Entonces viene el despertar de la conciencia.
Todos los seres humanos viven en los mundos
suprasensibles con la conciencia dormida.
La meditación provoca el solemne despertar de la
conciencia.
Ese despertar es como un relámpago en la noche.
El despertar de la conciencia viene durante el sueño
normal de nuestro cuerpo físico. Cuando el cuerpo duerme nosotros nos movemos
en nuestros vehículos internos.
Cuando el cuerpo duerme, el alma viaja por los mundos
superiores.
Con el despertar de la conciencia, dejamos de soñar.
Entonces vivimos en los mundos internos en un estado de
vigilia intensificada.
Eso es lo que se llama "conciencia continua".
Aquel que ha despertado la conciencia vive despierto en
los mundos superiores.
En los mundos suprasensibles sentimos la beatitud mística
de la luz inefable...
Allí el pasado y el futuro se hermanan dentro del eterno
ahora.
No hay mayor placer que aquel de sentirse el alma
desprendida.
Entonces saboreamos el néctar divino de lo eternal y
llenos de alegría nos entramos por las puertas de los templos entre las
inefables melodías de los Grandes, Misterios.
samael aun weor
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