EL EJERCICIO DEL “STOP”
El ejercicio del "stop" es obligatorio para
todos los estudiantes del Instituto.
En este ejercicio, a la orden de "stop", o a
una señal previamente convenida, cada estudiante debe detener instantáneamente
todo movimiento, dondequiera que esté y sin importar lo que esté haciendo.
No solamente debe parar sus movimientos sino que debe
mantener la expresión de su cara, su sonrisa, su mirada, y la tensión de todos
los músculos de su cuerpo exactamente en el mismo estado en el que se encontraba
cuando se dio la orden de "stop", ya sea en medio de movimientos
rítmicos o en la vida ordinaria del Instituto, trabajando o en la mesa.
Debe conservar sus ojos fijos en el punto exacto al que
por casualidad miraban en el momento de la orden.
Mientras permanezca en este estado de movimiento
detenido, el estudiante debe también detener el flujo de sus pensamientos, no
admitiendo ningún nuevo pensamiento cualquiera que sea.
Y debe concentrar el total de su atención en observar la
tensión de los músculos en las varias partes de su cuerpo, guiando su atención
de una parte del cuerpo a otra, cuidando que la tensión muscular no se altere,
que no disminuya ni aumente.
En un hombre que así se detenga y permanezca inmóvil, no
hay posturas.
Esto es simplemente un movimiento interrumpido en el
momento de pasar de una postura a otra.
En general, pasamos de una postura a otra tan rápidamente
que no nos damos cuenta de las actitudes que tomamos al pasar.
El ejercicio del "stop" nos da la posibilidad
de ver y sentir nuestro propio cuerpo en posturas y actitudes que son
completamente desacostumbradas y no naturales para él.
Cada raza, cada nación, cada época, cada país, cada clase
y cada profesión tiene su propio número limitado de posturas, de las cuales nunca
puede apartarse, y que representan el estilo particular de la época, raza o
profesión dadas.
Cada hombre, según su individualidad, adopta cierto
número de posturas del estilo que está a su alcance y por eso cada individuo
tiene un repertorio extremadamente limitado de posturas.
Se puede ver esto con facilidad, por ejemplo, en el arte
mediocre, cuando un artista, mecánicamente acostumbrado a representar el estilo
y los movimientos de una raza o una clase, intenta representar otra raza o
clase.
Se encuentra a este respecto un rico material en
periódicos ilustrados donde a menudo podemos ver a orientales con los
movimientos y actitudes de soldados ingleses, o a campesinos con los
movimientos y las posturas de cantantes de ópera.
El estilo de los movimientos y posturas de cada época,
cada raza y cada clase está indisolublemente conectado con formas
características de pensar y de sentir.
Y están tan estrechamente ligados que un hombre no puede
cambiar ni la forma de su pensamiento ni la forma de su sentimiento sin haber
cambiado el repertorio de sus posturas.
Las formas del pensamiento y del sentimiento se pueden
llamar las posturas del pensamiento y del sentimiento.
Cada hombre tiene un número determinado de posturas
intelectuales y emocionales, así como tiene un número determinado de posturas
motrices; y sus posturas motrices, intelectuales y emocionales están todas
interconectadas.
De modo que un hombre nunca puede alejarse de su propio
repertorio de posturas intelectuales y emocionales a menos que sus posturas
motrices sean cambiadas.
El análisis psicológico y el estudio de las funciones
psico-motoras, aplicados en cierta forma, demuestran que cada uno de nuestros
movimientos, voluntario o involuntario, es una transición inconsciente de una
postura automáticamente fijada a otra, igualmente automática.
Es una ilusión que nuestros movimientos son voluntarios;
en realidad son automáticos.
Nuestros pensamientos y sentimientos son igualmente
automáticos.
Y el automatismo de nuestros pensamientos y sentimientos
está conectado definitivamente con el automatismo de nuestros movimientos.
No se puede cambiar uno sin el otro.
Y si, por ejemplo, la atención de un hombre está
concentrada en cambiar el automatismo del pensamiento, sus movimientos y
posturas habituales obstruirán el nuevo modo de pensar al evocar antiguas
asociaciones habituales.
No reconocemos hasta qué punto las funciones
intelectuales, emocionales y motrices son mutuamente dependientes, aunque al
mismo tiempo podemos darnos cuenta de cuánto dependen nuestros estados de ánimo
y estados emocionales de nuestros movimientos y posturas.
Si un hombre toma una postura que corresponde en él a un
sentimiento de pesar o de depresión, entonces, dentro de un corto tiempo,
sentirá de hecho pesar o depresión.
El miedo, la indiferencia, la aversión, etc. pueden ser
creados por cambios artificiales de postura.
Puesto que todas las funciones del hombre —intelectuales,
emocionales y motrices— poseen su propio repertorio determinado de posturas y
están en constante acción recíproca, se deduce que un hombre nunca puede
salirse de su propio repertorio.
Pero los métodos de trabajo en el Instituto para el
Desarrollo Armonioso del Hombre ofrecen una posibilidad para salir de este
círculo de automatismo innato, y uno de los medios para esto, especialmente al
principio del trabajo sobre uno mismo, es el ejercicio del "stop".
Sólo es posible el estudio no mecánico de uno mismo con
la aplicación del ejercicio del "stop".
El movimiento que ha sido comenzado es interrumpido por
la orden o señal repentina.
El cuerpo se inmoviliza y se fija en medio del paso de
una postura a otra, en una actitud en la cual nunca se detiene en la vida
ordinaria.
Al percibirse a sí mismo en ese estado, esto es, en el
estado de una postura desacostumbrada, un hombre se mira desde nuevos puntos de
vista, se ve y se observa de un modo nuevo.
En esta postura, no acostumbrada para él, puede pensar de
un modo nuevo, sentir de un modo nuevo y conocerse de un modo nuevo.
En esta forma se rompe el círculo del antiguo
automatismo.
El cuerpo lucha en vano por tomar la postura habitual que
le resulta cómoda.
La voluntad del hombre, accionada por la orden del
"stop", impide esto.
El ejercicio del "stop" es simultáneamente un
ejercicio para la voluntad, la atención, el pensamiento, el sentimiento y los
movimientos.
Es necesario comprender que para activar la voluntad con
suficiente fuerza para mantener a un hombre en la postura desacostumbrada, es
indispensable la orden externa del "stop".
Un hombre no se puede dar la orden del "stop" a
sí mismo, porque su voluntad no se sometería a esta orden.
La razón de esto estriba en el hecho de que la
combinación de posturas habituales, intelectuales, emocionales y motrices es
más fuerte que la voluntad.
La orden del "stop", al venir del exterior,
reemplaza por sí misma las posturas intelectuales y emocionales y, en este
caso, la postura motriz se somete a la voluntad.
GURDJIEFF.
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