viernes, 1 de junio de 2012

LAS PREOCUPACIONES




LAS PREOCUPACIONES.


P.- ¿hay “yoes” de la preocupación?

R.- Los “yoes” de la preocupación forman un poderoso grupo de “yoes” en la mayoría de la gente.

Es muy interesante observar su actividad.

Su único fin es trastornar y deprimir o, en suma, preocupar.

No llevan a ninguna otra parte.

Son completamente inútiles, como lo son muchos “yoes” en nosotros.

Pero es preciso que advierta por sí mismo, por una observación de sí directa y sostenida, lo que hacen y dicen y cuál es su principal objeto.

Los “yoes” de la preocupación actúan de dos maneras preponderantes.

Todos ustedes tienen “yoes” que se preocupan, por los negocios, por el dinero, por el estado de salud, etc.

Y también tienen que hacer frente a los “yoes” que se preocupan de las otras personas.

Observe distintamente aunque sea un solo “yo” de la preocupación en sí mismo, estúdielo, observe cómo le gusta agotarlo y cómo no lleva a ninguna parte.

Entonces podrá ver los otros.

Y examine cómo algunos de esos “yoes” preocupantes se ponen en relación con los eventos externos de la vida.

Son como las moscas y se posan en todas partes.

Son todos pequeños “yoes” que viven en pequeñas partes de los centros.

Se detienen cuando se les logra dirigir la atención.

Si no puede ver sus propios “yoes” preocupantes, preste atención a los de las demás personas observe que en cuanto termina una preocupación se las arreglan para tener otro motivo de preocupación-.

Esos “yoes” dispersan las fuerzas y agotan a la gente y provocan enfermedades.

Por así decirlo, proliferan  en la gente de occidente.


P.- ¿Qué es preocuparse? ¿Dice algo el Trabajo Psicológico Práctico sobre las preocupaciones?

¿Cómo se las puede destruir?

R.- La preocupación es una forma de identificación.

Literalmente, esta palabra en ingles tiene el sentido de desgarrar y retorcer, o ahogar y estrangular; originalmente se relaciona con la palabra “retorcer las manos”, una de las señales exteriores de la preocupación.

Recordarán que cada estado psicológico o interior encuentra su representación exterior por medio del centro motor –es decir, es representado por algunos movimientos musculares o contracciones peculiares, etc.

Habrán observado que un estado de preocupación se refleja a menudo por un fruncimiento del ceño o por retorcer las manos.

Los estados de alegría nunca se representan de este modo.

Los estados negativos, los estados de preocupación, o de temor, o ansiedad, o depresión, se presentan en los músculos por contracciones, flexiones, agachar la cabeza o los hombros, etc. (y también muchas veces, por debilidad en los músculos), mientras que los estados emocionales opuestos se reflejan en el centro motor por expansión, erección, extensión de los miembros, relajamiento de la tensión, y por lo general por un sentimiento de fuerza.

Para hacerse dueño de sí; la persona que se preocupa y por lo tanto frunce el ceño, tensiona la boca, arruga la frente, cierra los puños y deja casi de respirar, etc., debe empezar por relajar los músculos que expresan el estado emocional y liberar la respiración.

Según el Trabajo Psicológico Práctico, por lo general el relajamiento tiene tras sí la idea de prevenir los estados negativos.

Los estados negativos se producen menos fácilmente cuando una persona está en estado de relajamiento.

Por eso se dice tan a menudo que es preciso practicar el relajamiento todos los días, prestando atención a todo el cuerpo y relajando deliberadamente todos los músculos en tensión.

Es difícil controlar directamente el centro emocional, en parte porque trabaja con tanta velocidad (30.000 veces más rápido que el centro intelectual), de modo que una persona se preocupa o se vuelve negativo antes de darse cuenta.

Pero en el Trabajo Psicológico Práctico se compara a veces el centro emocional con un elefante bribón que no está domeñado y que tiene dos elefantes domeñados a cada lado  -a saber, el centro intelectual y el centro motor-.

Primero es preciso observar la existencia de uno de los estados emocionales equivocados, los acostumbrados y dañinos estados de preocupación, enojo, etc.

Por regla general las personas no se dan cuenta de sus estados porque ellas son sus estados.

Después es preciso usar uno de los elefantes domeñados.

A este respecto, consideremos lo que significa usar el centro intelectual.

Significa que se debe observar el flujo de los pensamientos mientras se está preocupado.

Cierta parte de nuestra voluntad se ejerce sobre el  centro intelectual –para que podamos controlar hasta cierto punto el pensamiento-.

Si detenemos la parte pensante de la preocupación, si no la acompañamos, si no creemos en ella, si no cedemos a ella, un elefante, por así decir, es llevado junto al incontrolado centro emocional.

El otro elefante controlable es el centro motor, sobre el cual se ejerce nuestra voluntad si le prestamos atención.

Podemos relajar los músculos.

Como saben ustedes, en las instrucciones dadas en el Trabajo Psicológico Práctico sobre el relajamiento, se dice que primero es preciso relajar los pequeños músculos del rostro, los músculos de la expresión particularmente.

Esto incluye a los músculos de los ojos, los músculos entorno de la boca y del mentón, de la lengua y de la garganta, los músculos del cráneo y así sucesivamente.

P.- ¿A qué se debe la preocupación?

R.- La preocupación se debe a un trabajo equivocado de los centros  -es decir, de identificación-.

Es una mezcla continua de imaginación negativa con unos pocos hechos y produce conexiones incorrectas en los centros.

Es una especie de mentira, entre las muchas otras clases de mentira que se producen en nosotros y desordenan los centros.

Preocuparse es siempre fácil, pues es un “alivio” y es, por así decirlo, una forma de justificación de sí.

Está muy cerca de la auto-compasión y de la violencia.

Preocuparse no es pensar.

La mente es impulsada a la preocupación, por el estado emocional, y está oscurecida.

Prestar atención a algo siempre ayuda, porque el prestar atención, esto nos pone en las partes más conscientes de los centros.

Preocuparse no es pensar en los otros.

No es consideración externa.

Está mezclado con uno mismo y esto demanda largo tiempo para observarlo distintamente.

Al aprender a vivir desde el punto de vista del Trabajo Psicológico Práctico, de manera que podamos vivir más conscientemente en la vida o vivir el Trabajo en la vida, la preocupación nos muestra algo sobre nosotros mismos si la observamos detenidamente y por mucho tiempo.

Pero es preciso  no pensar que lo opuesto a la preocupación sea la indiferencia.

Pueden y deben sentir “ansiedad” por una persona que está en peligro  -una mezcla de esperanza y temor-  pero la preocupación es muy diferente, por que en ella entra la imaginación.

Se convierte en hábito, así como muchos otros estados negativos, y la gente se imagina a veces que es mejor que los otros por tener preocupación y se sienten meritorias al preocuparse.

La gente hasta llega a pensar que es justo preocuparse por todo, por el pasado y el futuro, por sí mismo y por los otros.

Esto no es otra cosa que una seria enfermedad negativa difícil de curar, porque en tanto una persona no es sino una máquina invertida de preocupaciones equivocadas y todo trabaja de un modo erróneo ya que su único goce es la preocupación.

Privarla de ella, si esto fuera posible, sería destruir lo que más le interesa.

A este respecto, recordarán uno de los dichos del Trabajo Psicológico Práctico  -ante todo les piden una cosa, hacer una cosa, abandonar su forma peculiar de sufrimiento-.

Esto parece fácil.

Traten de hacerlo.

La razón por la cual es tan difícil es porque para hacerlo hay que destruir todos los sistemas de “yoes” que están en usted y gozan en hacerlos sufrir y a quienes toman como si fueran ustedes mismos.


P- ¿Qué es preocuparse?

R.- Ya que es una forma de identificación, significa que produce una pérdida continua de fuerza.

La gente que se preocupa mucho se agota, sufre un drenaje de fuerza.

Si se pudieran observar mientras están preocupados, verían que en realidad se asemeja a desgarrarse, retorcerse y ahogarse dentro de sí mismo, lo cual corresponde a movimientos musculares externos ya descritos.

No hay centro de gravedad en el ser humano.

No hay dirección alguna, ni ningún propósito claro; todo esta en desorden, todo esta por así decirlo, corriendo dentro de uno mismo sin rumbo alguno.

Es como si todos los diferentes “yoes” en uno no supieran que hacer y se retorcieran las manos y solo dijeran lo que la imaginación negativa, que domina la escena, les sugiere.

No digo que sea posible dejar de preocuparse.

Se presentan situaciones, en especial hoy en día, en que es casi imposible no hacerlo.

Me refiero más bien a la tendencia habitual de preocuparse por todo y a aprovechar cualquier suceso como motivo de preocupación.

Maurice Nicoll.

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