MEDIOS DE OBSERVACION DE SÍ
¿Nota usted qué diferencia hay entre su propia vida y la
vida en general?
¿Qué quiere decir con el término mi vida, como cuando
dice:
"Mi vida fue una vida feliz" o "Mi vida
fue una vida desdichada"?
¿Quiere decir "que las cosas exteriores fueron
agradables o no, o que las cosas interiores, que sus estados de ánimo y
sentimientos fueron agradables o no?
Estará de acuerdo conmigo en que a veces una persona que
goza de una buena situación externa en la vida con suficiente dinero y con buen
ambiente, y sin sufrir desdicha alguna, etc., es desdichada y miserable, y por
otra parte una persona en circunstancias muy diferentes y aun adversas, es
muchas veces todo lo contrario.
Examinemos esta situación más detenidamente.
¿Qué es nuestra vida; esta cosa de la que hablamos con
tanta volubilidad sin darnos cuenta de lo que es en realidad?
Cuando las gentes desean contamos gratuitamente la
historia de su vida ¿a que se refieren en realidad?
Hablan de eventos, de otra gente, de cosas externas.
Pero nuestra vida consiste de dos cosas distintas, que
para los fines de la observación de si deben comprenderse.
Nuestra vida consiste no solo de eventos, sino de
estados.
Los estados son interiores y los eventos exteriores.
Los estados son estados de uno mismo, es decir, estados
interiores, tales como las malas disposiciones, el habito de preocuparse, los
habitos de temor y superstición, presentimientos, depresión, por una parte, o,
por la otra, estados mejores, estados de sentirse feliz, estados de gozo y
misericordia.
Están en uno —es decir, todos los estados son estados de
uno mismo.
Los eventos son exteriores y nos llegan de fuera.
Ahora bien, el estado interior puede corresponder a un
evento exterior, o puede ser provocado por el o no tener relación alguna con
el.
Pero, ante todo, es preciso comprender que los estados y
los eventos son dos cosas diferentes, antes de pensar de qué modo se relacionan
entre sí.
Tomemos, por ejemplo, un suceso agradable.
¿Acaso su estado interior corresponde a este suceso?
¿Puede decir de suguro que cuando tuvo lugar el evento
exterior su estado interior le correspondía?
Sabe que va a suceder algún evento deseable y lo está
esperando.
¿Puede decir que cuando tuvo lugar, su estado interior lo
recibió de un modo feliz?
¿O admite que, aunque el evento tenga lugar tal como lo
esperaba, con frecuencia falta algo?
¿Qué es lo que falta?
Lo que falta es el correspondiente estado interior que
debía combinarse, por así decirlo, con el evento exterior que se esperaba con
tanta impaciencia.
Y, como todos ustedes probablemente saben, por lo general
el evento que no se esperaba en absoluto es el que nos proporciona nuestros
mejores momentos.
Ahora expongamos esta idea:
La correspondencia de los estados interiores con los
eventos exteriores.
A menos de estar en un estado apropiado no es posible
combinarlo correctamente con el evento feliz.
Sin embargo la gente, al pensar en su vida, se inclina a
creer que está constituida solo de eventos exteriores y que si cierto número de
eventos exteriores de una clase u otra les hubiera o no sucedido, su vida
habría sido desdichada.
Pero la capacidad de una persona para la vida depende de
su desarrollo interior, de la calidad de sus estados interiores.
Porque internamente, en lo que concierne a nuestros
estados, está el aparato para vivir, y si este aparato, por ejemplo, esta
abrumado por la compasión de sí y las preocupaciones y otras emociones
negativas, no importa cuán deleitables sean los eventos exteriores, nada puede
suceder con propiedad, simplemente porque el aparato para vivir —es decir, la
persona en sí— está en una completa incapacidad de combinarse de un modo
afortunado con tales eventos que, provenientes de la vida exterior, podrían
producirle placer y deleite.
Una persona piensa efectuar un viaje al extranjero y
cuando este tiene lugar, es un evento.
Pero puede ser tan mezquina, tan preocupada por las
pequeñas cosas carentes de importancia, etc., que todo el viaje no es sino un
desastre.
Y en tal caso el estado interior del hombre es el
culpable.
Por eso si nos preguntamos en qué consiste nuestra vida,
no podemos decir que consiste meramente de eventos, pues consiste en mucho
mayor grado de estados.
Supongamos que un hombre, cuyo principal placer es ser
pesimista y melancólico, le dice que la vida es un mal negocio y no merece
vivirse, ¿supone acaso que esto se debe a una falta de eventos apropiados o a
los estados interiores del hombre?
¿Puede creer que invitándolo a una alegre fiesta lo hará
cambiar?
La enfermedad está en el hombre mismo y todos los días
vemos a gentes que hacen su propia vida y la vida de los otros miserables
debido a sus perversos estados interiores.
Ahora bien, en la observación de sí, es menester
distinguir entre los eventos exteriores y los estados interiores y observar
donde se está situado, tanto en relación con el estado interior como con la
naturaleza del evento exterior.
Los eventos exteriores son de cualquier clase.
La vida exterior no es una suave hoja de papel sobre la
cual nos arrastramos como hormigas.
Está llena de sierras y valles, de buen tiempo y mal
tiempo.
Esta es la naturaleza de la vida pero, por regla general,
todos los sucesos que consideramos excepcionales, o al menos desagradables, son
la enfermedad, la guerra, etc.
La vida es una serie de diferentes acontecimientos que se
suceden, en mayor o menor escala, y salen al encuentro del hombre, y cada
acontecimiento posee su naturaleza especial.
Y los estados interiores son asimismo de distinta clase.
Todo el trabajo personal se refiere a los estados
interiores y ya habrán oído hablar de los estados equivocados que es preciso
modificar y no identificarse con ellos.
Si ustedes trabajan sobre estos estados equivocados y
tratan de apartarse de ellos, entonces los sucesos desagradables de la vida no
los tocaran, por así decirlo, con tanta facilidad, y no les extraerán su
fuerza.
Los eventos son influencias que cambian a cada momento en
sus variadas combinaciones; algunos son mejores que otros, pero en este nivel
inferior del universo donde estamos todos deben aceptarse conscientemente,
aunque algunos de ellos son muy peligrosos y es menester no identificarse con
ellos de ninguna manera.
De lo que se acaba de decir, queda claro que se debe
considerar la vida como una sucesión de estados interiores, y una verdadera
historia de nuestra vida debe ser una historia de esos estados y en especial de
nuestras emociones negativas.
Vivir empero dormido en este amplio mundo interno solo
accesible a cada persona a través de la observación de sí y siempre invisible a
los demás es el peor crimen que se pueda cometer.
Por eso este trabajo empieza con la observación de sí y
el descubrimiento de los estados equivocados en uno mismo y con el trabajo para
contrarrestarlos.
De este modo la vida interior se purifica y puesto que
ella atrae nuestra vida exterior, debido al cambio de nuestros estados
interiores, al no alimentar a unos y al alimentar a otros, alteramos asimismo
no solo nuestra relación con los eventos provenientes del exterior sino también
con la naturaleza de los eventos que nos llegan día tras día.
Solo de este modo podemos cambiar la naturaleza de los
sucesos que nos ocurren.
No podemos cambiarlos directamente, pero podemos
cambiarlos a través de los estados cambiantes, es decir, empezando a poner
orden en la desordenada casa donde vivimos.
No son los sucesos cotidianos los que tienen importancia
como haber perdido algo o que algo le haya ido mal o que alguien lo haya
olvidado o le haya hablado con grosería, sino su reacción a todos ellos, es
decir, en qué estado de sí estaba usted, pues es allí donde radica su verdadera
vida y si sus estados interiores eran apropiados nada en la naturaleza de los
estados exteriores puede dominarlo.
Trate pues de distinguir, como ejercicio para vivir más
conscientemente, entre los estados interiores y los eventos exteriores, y trate
de enfrentarse con cualquier suceso exterior, después de haber observado su
naturaleza, con la actitud interior apropiada, con el estado apropiado.
Si no puede, reflexione luego acerca de ello.
En primer lugar, trate de definir la naturaleza del
evento y observe si ese género de evento le sucede a menudo y trate de
examinarlo más claramente en términos tales como "Esto se llama llegar
tarde" o "Esto se llama perder cosas" o "Esto se llama
recibir malas noticias" o "Esto se llama sorpresa desagradable"
o "Esto se llama trabajo duro" o "Esto se llama estar
enfermo".
Empiece de esta manera sencilla y pronto vera cuan
diferentes son los sucesos personales, y como nuestra vida exterior está
cambiando todo el tiempo, y lo que no podía hacer en cierto momento, lo puede
hacer en otro.
Porque los eventos se asemejan al abrir y cerrar de las
puertas.
Entonces será capaz de ver, respecto de los pequeños
sucesos de la vida cotidiana, qué eventos fueron parcialmente provocados por
usted, y qué eventos son accidentales, y así sucesivamente.
Luego reflexione sobre su estado y en qué estado se
enfrenta usted con algún evento característico y si ese estado es el
instrumento apropiado que es preciso usar, el billete apropiado que es preciso
ofrecer, el método idóneo que es preciso emplear para ese suceso.
Respecto de muchos eventos es menester aprender a ser pasivo,
por ejemplo, no reaccionar en absoluto, no hacer nada.
Mas la pasividad exige una fuerte actividad interior de
conciencia, para impedir que cualquier reacción mecánica tenga lugar cuando el
evento, al entrar como una impresión mecánica, toque la maquinaria puramente
asociativa de la mente y el sentimiento que equivocadamente consideramos como
nosotros mismos.
Maurice Nicoll
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