COMPRENSIÓN CREADORA
El Ser y el Saber deben equilibrarse mutuamente a fin de
establecer en nuestra psiquis la llamarada de la comprensión.
Cuando el saber es mayor que el ser origina confusión
intelectual de toda especie.
Si el ser es mayor que el saber puede dar casos tan
graves como el del santo estúpido.
En el terreno de la vida práctica conviene
auto-observarnos con el propósito de auto-descubrirnos.
Es precisamente la vida práctica el gimnasio psicológico
mediante el cual podemos descubrir nuestros defectos.
En estado de alerta percepción, alerta novedad, podremos
verificar directamente que los defectos escondidos afloran espontáneamente.
Es claro que defecto descubierto debe ser trabajado
conscientemente con el propósito de separarlo de nuestra psiquis.
Ante todo no debemos identificarnos con ningún yo-defecto
si es que en realidad deseamos eliminarlo.
Si parado sobre una tabla deseamos levantar ésta para
colocarla arrimada a una pared, no sería posible esto si continuáramos parados
sobre ella.
Obviamente debemos empezar por separar a la tabla de sí
mismos, retirándonos de la misma y luego con nuestras manos levantar la tabla y
colocarla recargada al muro.
Similarmente no debemos identificarnos con ningún
agregado psíquico si es que en verdad deseamos separarlo de nuestra psiquis.
Cuando uno se identifica con tal o cual yo, de hecho lo
fortifica en vez de desintegrarlo.
Supongamos que un yo cualquiera de lujuria se adueña de
los rollos que tenemos en el centro intelectual para proyectar en la pantalla
de la mente escenas de lascivia y morbosidad sexual, si nos identificamos con
tales cuadros pasionarios indubitablemente aquel yo lujurioso se fortificará
tremendamente.
Mas si nosotros en vez de identificarnos con esa entidad,
la separamos de nuestra psiquis considerándola como un demonio intruso,
obviamente habrá surgido en nuestra intimidad la comprensión creadora.
Posteriormente podríamos darnos el lujo de enjuiciar
analíticamente a tal agregado con el propósito de hacernos plenamente conscientes
del mismo.
Lo grave de las gentes consiste precisamente en la
identificación y esto es lamentable.
Si las gentes conocieran la doctrina de los muchos, si de
verdad entendieran que ni su propia vida les pertenece, entonces no cometerían
el error de la identificación.
Escenas de ira, cuadros de celos, etc., en el terreno de
la vida práctica resultan útiles cuando nos hallamos en constante
auto-observación psicológica.
Entonces comprobamos que ni nuestros pensamientos, ni
nuestros deseos, ni nuestras acciones nos pertenecen.
Incuestionablemente múltiples yoes intervienen como
intrusos de mal agüero para poner en nuestra mente pensamientos y en nuestro
corazón emociones y en nuestro centro motor acciones de cualquier clase.
Es lamentable que no seamos dueños de sí mismos, que
diversas entidades psicológicas hagan de nosotros lo que les viene en gana.
Desafortunadamente ni remotamente sospechamos lo que nos
sucede y actuamos como simples marionetas controladas por hilos invisibles.
Lo peor de todo esto es que en vez de luchar por
independizarnos de todos estos tiranuelos secretos cometemos el error de
vigorizarlos y esto sucede cuando nos identificamos.
Cualquier escena callejera, cualquier drama familiar,
cualquier riña tonta entre cónyuges, se debe indubitablemente a tal o cual yo,
y esto es algo que jamás debemos ignorar.
La vida práctica es el espejo psicológico donde podemos
vernos a sí mismos tal cual somos.
Pero ante todo debemos comprender la necesidad de vernos
a sí mismos, la necesidad de cambiar radicalmente, sólo así tendremos ganas de
observarnos realmente.
Quien se contenta con el estado en que vive, el necio, el
retardatario, el negligente, no sentirá nunca el deseo de verse a sí mismo, se
querrá demasiado y en modo alguno estará dispuesto a revisar su conducta y su
modo de ser.
En forma clara diremos que en algunas comedias, dramas y
tragedias de la vida práctica intervienen varios yoes que es necesario
comprender.
En cualquier escena de celos pasionarios entran en juego
yoes de lujuria, ira, amor propio, celos, etc., etc., etc., que posteriormente
deberán ser enjuiciados analíticamente, cada uno por separado a fin de
comprenderlos íntegramente con el evidente propósito de desintegrarlos
totalmente.
La comprensión resulta muy elástica, por ello necesitamos
ahondar cada vez más profundamente; lo que hoy comprendimos de un modo mañana
lo comprenderemos mejor.
Miradas las cosas desde este ángulo podemos verificar por
sí mismos cuán útiles son las diversas circunstancias de la vida cuando en
verdad las utilizamos como espejo para el auto-descubrimiento.
En modo alguno trataríamos jamás de afirmar que los
dramas, comedias y tragedias de la vida práctica resultan siempre hermosos y
perfectos, tal afirmación sería descabellada.
Sin embargo, por absurdas que sean las diversas
situaciones de la existencia, resultan maravillosas como gimnasio psicológico.
El trabajo relacionado con la disolución de los diversos
elementos que constituyen el mí mismo, resulta espantosamente difícil.
Entre las cadencias del verso también se esconde el
delito. Entre el perfume delicioso de los templos, se esconde el delito.
El delito a veces se vuelve tan refinado que se confunde
con la santidad, y tan cruel que se llega a parecer a la dulzura.
El delito se viste con la toga del juez, con la túnica
del Maestro, con el ropaje del mendigo, con el traje del señor y hasta con la
túnica del Cristo.
Comprensión es fundamental, mas en el trabajo de
disolución de los agregados psíquicos, no es todo, como veremos en el capítulo
siguiente.
Resulta urgente, inaplazable, hacernos conscientes de
cada Yo para separarlo de nuestra Psiquis, mas eso no es todo, falta algo más,
véase el capítulo dieciséis.
samael aun weor
Cap. XIV. “La Gran Rebelión”
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