AUTO-CONOCIMIENTO
NUESTRA ESENCIA SOLO PUEDE CRECER POR MEDIO DE LA VERDAD.
Conocerse a sí mismo...
El medio para este estudio es LA OBSERVACIÓN DE SÍ MISMO.
No hay otra manera y nadie puede hacer este trabajo por
nosotros.
Tenemos que hacerlo nosotros mismos.
Pero antes de ello, tenemos que aprender cómo observar.
Quiero decir, tenemos que comprender el lado técnico de
la observación: debemos saber que es necesario observar diferentes funciones
(intelectual, emocional, motríz e instintiva) y distinguir una de otra,
recordando, al mismo tiempo; acerca de los diferentes estados de conciencia,
acerca de nuestro sueño y acerca de los numerosos “yoes" que hay en
nosotros.
Tales observaciones darán muy pronto resultados.
Lo primero que notará un hombre es que no puede observar
imparcialmente todo lo que encuentra en sí mismo.
Algunas cosas le pueden agradar, otras le fastidiarán, lo
irritarán, hasta lo horrorizarán.
Y no puede ser de otro modo.
El hombre no se puede estudiar a sí mismo como a una
estrella remota o como a un fósil raro.
Naturalmente, le agradará en él lo que favorece su
desarrollo y le desagradará lo que hace su desarrollo más difícil, o hasta
imposible.
Esto quiere decir que inmediatamente después de empezar a
observarse a sí mismo, comenzará a distinguir rasgos útiles y rasgos dañinos en
sí mismo, es decir, útiles o dañinos desde el punto de vista del posible
conocimiento de sí, de su posible despertar, de su posible desarrollo.
Verá en él lo que puede llegar a ser consciente y lo que
no puede llegar a ser consciente y tiene que ser eliminado.
Al observarse a sí mismo, debe recordar siempre que el
estudio de sí es el primer paso hacia su posible crecimiento interior.
Debemos ver ahora cuáles son aquellos rasgos dañinos que
el hombre encuentra en sí mismo.
En términos generales, todas son manifestaciones
mecánicas.
La primera, es mentir.
La mentira es inevitable en la vida mecánica.
Nadie puede escaparse de ella, y cuanto más uno cree que
está libre de la mentira tanto más está uno en ella.
Tal cual es la vida no podría existir sin la mentira.
Desde el punto de vista psicológico, la mentira tiene
otro significado.
Quiere decir hablar sobre cosas que uno no conoce, como si uno las conociese.
Ustedes deben comprender que no estoy hablando desde
ningún punto de vista moral.
No hemos llegado aún a la cuestión de lo que es bueno y
de lo que es malo por sí.
Hablo sólo desde un punto de vista práctico, de lo que es
útil y de lo que es dañino para el estudio de sí y para el desarrollo de sí.
Comenzando de esta manera, el hombre aprende muy pronto a
descubrir señales por las que puede conocer en sí mismo las manifestaciones
dañinas.
Descubre que cuanto más puede controlar una
manifestación, tanto menos dañina puede ser, y que cuanto menos pueda
controlarla, es decir, cuanto más mecánica sea, tanto más dañina puede llegar a
ser.
Cuando el hombre comprende esto llega a tener miedo de
mentir, repito, no por causas morales sino porque no puede controlar su
mentira, y porque la mentira lo controla a él, es decir, a sus otras funciones.
El segundo rasgo peligroso que encuentra en sí mismo es
la fantasía.
Inmediatamente después de comenzar la observación de sí
llega a la conclusión de que el obstáculo principal para la observación es la
fantasía.
Quiere observar algo, pero en vez de ello, comienza en él
la fantasía sobre ese algo, y se olvida de la observación.
Se da cuenta de que la fantasía es una facultad
destructiva, que él nunca puede controlar, y que siempre lo arrastra lejos de
sus decisiones más conscientes en una dirección que no tenía intención de
seguir.
La fantasía es casi tan mala como la mentira; es, de
hecho, mentirse a sí mismo.
El hombre muy pronto comienza a creer en lo que imagina,
o al menos en parte de ello.
Además, o quizá aun antes, uno encuentra muchos efectos
muy peligrosos en la expresión de las emociones negativas.
El término "emociones negativas" expresa todas
las emociones de violencia o depresión: compasión de sí mismo, cólera,
suspicacia, miedo, fastidio, aburrimiento, desconfianza, celos, etc.
Ordinariamente uno acepta la expresión de estas emociones
negativas como algo muy natural y hasta necesario.
Muy a menudo la gente la llama "sinceridad".
Por supuesto no tiene nada que ver con sinceridad; es
simplemente un signo de debilidad en el hombre, un signo de mal genio y de
incapacidad de guardar para sí los motivos de queja.
El hombre se da cuenta de esto cuando trata de
oponérseles.
Y al hacerlo aprende otra lección.
Se da cuenta de que a las manifestaciones mecánicas no
basta con observarlas, es necesario resistirse a ellas, porque si no se les
resiste uno no puede observarlas.
Aparecen en forma tan rápida, tan habitual, y tan
imperceptiblemente, que es imposible notarlas si no se hacen esfuerzos
suficientes para crearles obstáculos.
Luego de la expresión de emociones negativas uno nota en
sí mismo o en otras personas otro curioso rasgo mecánico.
Es el hablar.
No hay nada dañino en el hecho mismo de hablar.
Pero en algunas personas, especialmente en aquellas que
lo notan menos, es en realidad un vicio.
Hablan todo el tiempo, donde quiera que estén, mientras
trabajan, mientras viajan, y hasta mientras duermen.
Nunca dejan de hablarle a alguien, si hay alguien con
quien hablar, y si no hay nadie se hablan a sí mismos.
Esto, también, no sólo debe ser observado sino resistido
tanto como sea posible.
Uno no puede observar nada si no controla su hablar, y
todos los resultados de las observaciones se evaporarán de inmediato al hablar.
Las dificultades que tiene para observar estas cuatro
manifestaciones, mentir, la fantasía, la expresión de emociones negativas y el
hablar innecesario, le demuestran al hombre su total mecanicidad y el esfuerzo
que debe hacer para luchar contra ella.
Ouspensky
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