domingo, 3 de junio de 2012

LA FALSA PERSONALIDAD Y LA FELICIDAD

LA FALSA PERSONALIDAD Y LA FELICIDAD

¿En qué consiste la felicidad?

Tomemos su caso.

Supongamos que usted cree que hay otra vida en el más allá e ira al Cielo y será perfectamente feliz.

¿Cómo concibe usted esta felicidad?

¿Ha pensado alguna vez acerca de ello?

Algunos se imaginan que están en un estado de gran magnificencia, que viven en palacios, que son servidos por esclavos, que todos los adoran, los admiran y los alaban.

Sienten que esto los haría soberanamente felices.

Ahora bien, es necesario erradicar por completo tal idea de felicidad.

Es preciso arrancársela del corazón.

La crudeza y vulgaridad de esta fantasía tan difundida fue comentada por Cristo, cuando sus discípulos se querellaban para saber quién de ellos era el más grande.

Dijo que en el Reino de los Cielos la persona que servía era la más grande.

Esta transvaloración de los valores mundanales habrá sido un choque para ellos, como en verdad lo fue toda la vida de Cristo.

Otra vulgar idea en lo que respecta a la felicidad es pensar que consiste en la gratificación de uno u otro de los apetitos corporales.

Esto pertenece por completo al sí y para provecho del sí y no sirve a nadie sino al sí.

Pero pasaré a la relación entre la idea de felicidad y la Falsa Personalidad.

Consideremos un momento a la gente cuya felicidad se basa principalmente en satisfacer su Falsa Personalidad.

No se puede decir que al hacerlo sean profundamente felices.

Por otra parte, evitan ser desdichados.

Al satisfacer los requerimientos de la Falsa Personalidad obtienen su recompensa.

Por cierto, como veremos, se dice de ellos que ya han obtenido su recompensa por el mismo acto de obedecer a la Falsa Personalidad.

Esto es interesante.


La recompensa no viene más tarde como ocurre, digamos, cuando un hombre trabaja sobre sí por un prolongado periodo y de súbito, aparentemente sin causa alguna, algo se abre y en un destello de emoción positiva ve la Verdad.

Probablemente no esperaba recompensa alguna.

No "trabajaba para obtener un resultado".

Quiero decir que no hacia cargos internos contra la Deidad, tales como:

"He dominado mi mal carácter cinco minutos.

¿Cuándo obtendré mi recompensa?"

Cabe decir que algunas personas al parecer esperan redituar un porcentaje notablemente alto por haber realizado un esfuerzo de Trabajo, y otras por hacerlo se dan una extraña importancia.

La calidad del esfuerzo en el Trabajo es pobre cuando está mezclado con cargos internos y demasiada auto-admiración.

Ya que la naturaleza de la Falsa Personalidad está conectada con una recompensa instantánea, no soporta muy alegremente el Trabajo, en el cual la recompensa no es en modo alguno instantánea.

Citemos algunos ejemplos de lo que se dice acerca de la Falsa Personalidad y la recompensa en Mateo VI 5:

"Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa."

O nuevamente Mateo VI 2:

"Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres, para que os vean... no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa."

Ahora bien, se habrán dado cuenta que en estos ejemplos la recompensa es instantánea.

No acaban de tocar la trompeta y dado dinero en público que ya reciben su recompensa.

¿Qué han hecho?

Han satisfecho la Falsa Personalidad y por haberlo hecho lograron un instante de felicidad.

Quiero decir que tuvieron un instante de esa particular calidad de felicidad.

¿Conocen su sabor?

Es una felicidad que se relaciona con lo que los otros piensan de uno.

Deriva de lo exterior, no de lo interior.

En este sentido es externa.

Quiero decir que se origina desde el mundo. Surge del público.

Exige público.

Esto se debe al carácter de la Falsa Personalidad.

Cuando se hace una cosa desde la Falsa Personalidad, se espera al menos alguna clase de elogio.

Hasta el menear de la cola de nuestro perro es suficiente.

Pero si se ha hecho una cosa sin huella de amor al hacerla, o de amor a hacerla por otra persona —lo cual es servir— entonces se establece una larga cuenta interna al no lograr reconocimiento alguno.

Si, cuesta mucho esforzarse sin lograr reconocimiento alguno.

Sin embargo gran parte del Trabajo depende de esto.

¿Por qué?

Porque, es preciso entenderlo, de otro modo acrecienta la Falsa Personalidad.

Ahora bien, la calidad de la felicidad que proviene de ser el primero en todo, o de tener más posesiones, o de tener mejor aspecto que los demás, y así sucesivamente, no es una felicidad genuina ni profunda puesto que depende de lo que piensa la demás gente, y exige volver a ser estimulada continuamente, y es de tan corta duración, como lo señalan las palabras: "ya recibieron su recompensa".

Por eso, como ven, desean que se repita y esto los llena de inquietud.

Pero hay otra calidad de felicidad que es independiente de las cosas externas.

Pertenece a nuestro ser interior.

Por esta razón la Falsa Personalidad, que pertenece a nuestro ser exterior, no la puede conocer.

Uno de sus definidos efectos es el de reemplazar la inquietud y sus allegados, la ansiedad y el temor, por la paz.

Esta paz no puede ser conmovida por los eventos externos si uno se mantiene despierto.

Pero no se puede alcanzarla mientras la conciencia siga centrada en la Falsa Personalidad y esta última es el gobernante activo dentro de una persona.

Es por eso por lo cual las sucesivas capas de la Falsa Personalidad tienen que ser arrancadas, tal como se despoja uno de una piel tras otra.

Ese despojarse es penoso para la vanidad, el orgullo, el engreimiento y al amor a si, por eso exige tiempo, a veces más, a veces menos.

Quitarse una piel ya es maravilloso.

No mata a una persona, porque esas pieles no son ella.

Son esas pieles las que lo matan a uno.

El despojarse la libera de ellas, de lo que hace la Falsa Personalidad que no es dicha persona.

Es una prisión psicológica.

Cada generación tiene su propia clase de prisión.

Basta observar su acción en los otros, en la entonación de la voz, en la expresión, en las posturas, en los movimientos.

Es preciso tratar de hacerlo en uno mismo; y, finalmente, observarlo en la vida, en las novelas, en la historia, en los diarios, en las fotografías, en especial en uno mismo en el pasado, y también en el presente.

Estas son tres poderosas líneas de trabajo que obran recíprocamente.

Maurice Nicoll

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